lunes, 28 de mayo de 2012

Mi Mamita

"Muchas mujeres hicieron el bien, mas tú sobrepasas a todas" Proverbios .31:29

Foto; recuerdos de una madre
Bolivia Retrospectiva
Cursaba el segundo curso en la escuela Daniel Campos (de Villamontes), tenía siete años, mi profesora (Mary C. de Lea Plaza), le dijo a mi madre que su hijo tenía serios problemas con la visión, "esto cuando tenía que copiar del pizarrón las instrucciones, por lo que le pidió que me llevara con urgencia al oculista". 

"Hacía mucho esfuerzo por descifrar lo que estaba en el pizarrón a pesar de sentare en la segunda fila. El polvo de la tiza, irritaba aún más mis ojos. Todo el tiempo estaba colorado. Ese año Villamontes no contaba con especialistas, solo médicos generales, así que mi mamá tuvo que llevarme a Tarija" nos dice ESTEBAN FARFÁN ROMERO.

"Una madrugada, mi mamá me despertó y me dijo que me levantara y cambiara de ropa sin hacer ruido para no despertar a mi hermana. Había decidido llevarme a Tarija. ya que éramos inseparables con mi hermana, por lo que debíamos salir discretamente de la casa. Mi papá nos acompañó hasta tomar el Bus. Uno viejo, muy incómodo, hediondo, que bramaba más que un tractor viejo de hojalatas que transportaba de todo. y salía una vez por semana, los días jueves. 

Actualmente no cambió mucho la calidad del servicio, "ahora hay todos los días, pero el servicio sigue siendo malísimo. Viajar a Tarija es una tortura china, uno llega con los huesos desordenados a la capital, 8 a 10 horas de viaje cuando debía ser en 4".

"Viajamos todo el día zangoloteando, pasamos Entre Ríos más o menos a las 5:00 de la tarde, y al caer la noche en cierto lugar del trayecto se detuvo el Bus. Estaba todo oscuro, nos quedamos detenidos. No sabía que pasaba, pero si hacía mucho frio, estaba un poco asustado y confundido, mamá me dijo que me tranquilizara y que debíamos esperar. Me quedé dormido por la espera. y cuando amaneció y seguíamos en el mismo lugar. Ella sentada, yo con la mitad de mi cuerpo en su falda, envuelto en una delgada frazada. Nos encontramos con derrumbes enormes que afectaron el camino". 

"Había una larga fila de vehículos de todo tipo, varados. Mamá llevó unos panes para el camino, para el estribo, como decimos aquí en el Chaco. Había tanta gente que parecía que estábamos de campamento. El primer día fue emocionante, una aventura, para mi inquietante, porque el lugar era totalmente extraño, los cerros pelados, el frío crudo, la gente diferente, muy abrigada, todo desconocido. Lo primero que me llamó mucho la atención fueron las polleras, nunca había visto una mujer con tantas faldas sobrepuestas.(mas luego) no había nada para comer, estábamos en un desierto. El primer día los lugareños trajeron huevo duro con papa para vender, desaparecía en cuanto asomaba porque una nube de compradores manoteaban los huevos y las papas". Señala Farfán.

Todo era muy caro y nosotros teníamos el dinero cabal para los gastos de mi atención en la capital, por lo que un gasto no programado desequilibraba todo. El primer día comí poco, pero logre controlar el hambre, ayudando a matar el hambre con el pan casero que habíamos traído. Pasamos todo el día en el lugar, por la noche nuevamente el insoportable frio. No teníamos mucha ropa pesada porque no estábamos acostumbrados a ese clima. Pasó pronto la emoción de lo nuevo y comencé a desesperarme y aburrirme en el mismo lugar, muy accidentado. Recuerdo que en el día el sol aparecía por ratos, lloviznaba, hacía mucho frio, un viento frio, el lugar deprimente porque no había mucha vegetación como en casa, un páramo, todo muy feo. Pasamos una noche más en el bus, mi mamá durmió sentada y yo recostado en su regazo".

"Amaneció nuevamente, fuimos a una caudalosa quebrada con poca agua, para asearnos. Mi mamá hizo algunos amigos con los que compartía las penas. El derrumbe seguía intacto porque era fin de semana y los del Servicio Nacional de Caminos (de ese entonces) no trabajaban los días inhábiles, había que esperar el lunes". Además los equipos pesados se encontraban en Tarija, por lo que debían esperar el traslado.

El segundo día, "lo único que hacía era comunicarle a mamá que tenía mucha hambre". Consiguió con mucho esfuerzo dos huevos duros y un par de papas. al caer la noche, otra vez el frío el aburrimiento, el cansancio. A medida que pasaba el tiempo más vehículos se acumulaban en la carretera. "Imposible regresar porque no había transporte de retorno".

El tercer día, "mi mamá ya no tenía dinero (para comprar más comida) por lo que tuvo que buscar alguna solución creativa, "estaba muy preocupada por mí". La madre, una mujer de campo, nació y se crió en un Rancho. "De pronto ella sintió que una abejita señorita se asentó en su brazo, la miró, después la siguió sin perder la pista y con mucho esfuerzo y cuidado logró que la misma la llevara hasta su colmena".

La abeja "señorita" (tetragonisca angustula), amarilla, no pica y normalmente hace su pequeña colmena en un palo caído o en la tierra o en una roca deleznable. Acumula poca miel, pero es muy suave. Dicen que esta miel tiene poderosas propiedades afrodisiacas. "No sé". 

Gracias a su experiencia, pericia y táctica, la madre logró localizar la colmena en medio de la peña (roca), lugar poco accesible. Hizo la marca respectiva para no perder el rastro, regresó sin despertar sospechas al bus, y le pidió al ayudante que era su amigo que le acompañara a sacar miel de abeja, a medias. "El ayudante se horrorizó al escuchar la propuesta, se negó, pues pensaba que se trataba de una de abejas extranjeras que pica, y muy feo. Cuando son muchas, la experiencia no es nada agradable. Yo lo sé".
Eran las 10:00 de  la mañana. "logrando convencer al ayudante fuimos los tres al lugar". mientras el niño seguía de lejos "la operación  por los peligros que conllevaba el lugar muy escabroso".

"Mamá y el ayudante hicieron el trabajo por turno. Usando una pata de cabra, desarmador (que hizo de punzón), un martillo. Trabajaron cuidadosamente por dos horas hasta que lograron dar con el "tesoro", ante el revoloteo de las abejitas que abandonaban su nido sin ofrecer resistencia. Con mucho cuidado sacó de en medio de la las rocas la bolsa natural que contiene la deliciosa miel. "Muy poca, menos de un litro", pero poderosa en nutrientes, además muy suave a diferencia de la miel de la abeja extranjera.

El acuerdo era a medias con el ayudante. Así que se partieron el tesoro "una vez en el camino, la gente muy sorprendida no podían creer lo que vieron. A mi mamá se convirtió en una heroína. Todos querían comprar pagando cualquier precio por un poquito de miel", pero la misma ya estaba predestinada, así que no cedió". Compró unos panes duros y con eso mataron el hambre. "Mamá comió muy poco, su interés era que yo quedara satisfecho".

Por la madrugada, abrieron (el) paso y llegamos a Tarija. "La experiencia en la ciudad de Tarija fue muy dolorosa, porque llegamos sin dinero, sin conocer a nadie. Casi todo el dinero nos gastamos en comida los primeros días en el camino. y la experiencia fue muy fea. Además tuvimos que esperar muchos días para que me atendieran en el Hospital, lo que complicó mucho nuestra estadía. Otras injusticias ocurrieron en esa ocasión".

Muchos años después, por casualidad del destino (cuando) volví de la universidad, "Una amiga que mi mamá. me contó
Esteban Farfán, con su niño en
brazos. Fotos Internet
, que en aquella oportunidad en el camino, ella no había comido nada durante los tres días por garantizar que yo injiriera algo y no pasara hambre". Lo único que comió fue la poca miel que sobro después de quedar satisfecho el niño. 


Cuando escuché ese relato, "me entristecí mucho, soy muy sentimental, lloré, me sentí culpable, pero al mismo tiempo comprendí el amor inconmensurable e inmarcesible de una madre. Me sentí culpable porque no había pensado en ella en ese momento, solo en la brutal hambre que sentía".

Cuando le comento, lo que dijo esa ocasional amiga, "ella se limitó a decirme que era un niño y que ella podía aguantar. Así es una madre, es un pedazo de Dios, es sacrificio, es abnegación, es generosidad, es dolor, es compromiso. Una madre sabe perdonar las veces que sea necesario, también sabe pedir perdón cuando se equivoca. Los que tenemos con vida a nuestra madre, a nuestra mamita como me gusta decir, debemos disfrutar a lo máximo de su presencia.


ESTEBAN FARFÁN ROMERO, es periodista, analista político y docente.
REDACCIÓN. BOLIVIA RETROSPECTIVA