Jesuco Pedreros fue el caporal de la Saya Gran Poder de Chicaloma durante 37 años. |
Jesús. Sus padres lo bautizaron con ese nombre sin imaginar
que su primogénito bailaría la saya como un Dios. Negra su piel, blanco su
atuendo. Era el contraste que necesitaba para mostrar cómo cada uno de sus
músculos se movía de manera autónoma apenas el golpe de las cajas comenzaba a
tejer el ritmo de los afros de Bolivia.
La ceremonia comenzaba apenas levantaba el látigo y soplaba
el silbato. Desde ese momento sus pies eran la vara que dirigía aquel concierto
digno de cualquier selva africana. Era entonces que sus músculos cobraban
autonomía, Cada uno se movía como quería, pero sin abandonar el ritmo impuesto
por el retumbar de las cajas.
Nadie se atrevía a interrumpir aquel ritual. Su cabeza, sus
hombros, el abdomen, piernas, rodillas, brazos… Era el alma que quería
manifestar su amartelo por la tierra lejana de donde fue cruelmente arrancada.
Jesuco Pedreros fue el caporal de la Saya Gran Poder de
Chicaloma durante 37 años. Hasta el momento de su llegada, el héroe
afroboliviano de la Guerra del Chaco, Pedro Andaveris, había tenido ese
privilegio. Los viejos integrantes de la agrupación se dieron cuenta de sus
virtudes apenas éste se sumó a la agrupación. Don Pedro era un buen golpeador
de cajas, razón por la que le cedió satisfecho el lugar de caporal. Es más, fue
Andaveris quien le explicó su nueva función dentro del grupo.
La tarea del caporal en la antigua saya de Chicaloma no se
limitaba a ser el centro de atención de los espectadores. Su actuación era
fundamental para marcar el ritmo de la orquesta. Esa tarea era compartida con
el ganghingo -la caja más pequeña- y la coancha o rejereje.
Jesuco llegó a la saya junto a su amigo, el ganghinguero
Celso Jáuregui, en 1958. Los dos jóvenes se encargaban de marcar el ritmo para
los experimentados golpeadores de la saya. Mientras Pedreros le ponía forma
física al ritmo de la saya, Jáuregui tenía la misión de acercarse al
percusionista que estaba fallando para darle sonido e introducirlo al
pentagrama.
La ejecución de la saya es bastante compleja. Cada una de
las cajas es golpeada en diferentes tiempos, los que unidos tejen el ritmo con
el que bailan los afros asentados en Bolivia.
Los jóvenes de Chicaloma han heredado esa habilidad, pero
los viejos extrañan la época en que se escuchaba como una verdadera orquesta.
La falta de un buen tambor mayor, un ganghinguero y la ausencia de Jesuco
Pedreros como caporal son vacíos difíciles de llenar.
Las voces agudas de las mujeres contrastaban con el sonido
sordo que emiten las cajas al ser golpeadas. Ruth Jáuregui, una de las dos
gemelas que integraban el grupo, dice que era el caporal quien les trasmitía
entusiasmo y ganas de moverse.
Jesuco resistió al proceso de cambio generacional que vivió
la Saya Gran Poder, pues era imposible encontrar alguien que baile mejor que
él. Paseó su danza por diferentes escenarios del país: Estuvo en las famosas
entradas folclóricas de Oruro y Urkupiña, además de haber visitado casi todas
las festividades de las poblaciones de la región yungueña.
Tenía más de 60 años, pero su cuerpo parecía ignorar el paso
del tiempo. Continuaba moviendo sus músculos con la autonomía y agilidad de
siempre. Jesuco bailaba con los ojos abiertos, pero no miraba a ninguna parte.
Era tal su grado de concentración que parecía fuera de sí.
Mas su corazón estaba cansado de latir al ritmo que le
imponían las cajas. Tuvo un infarto en abril de 1995 que lo alejó de la saya y
de la vida. Al fin y al cabo, para él ambas eran lo mismo.
Su sobrino Rolando Pedreros heredó los cascabeles de su tío,
es el nuevo caporal de la Saya, aunque reconoce que está muy lejos de acercarse
siquiera a la calidad con la que danzaba Jesuco.
'Nunca voy a hacerlo como lo hacía mi tío, nunca lo van
hacer igual, él bailaba con calidad y talento, lo hago pero no igual ni mejor.
Yo tengo más cantidad que calidad'.
'Él le ponía más emoción con ese talento que tenía en su
movimiento, en las figuras que demostraba cuando bailaba, sus inclinaciones, su
forma de bailar, algo hemos rescatado, pero no todo'.
Si existe el más allá, Jesuco debe seguir bailando la saya.
Ángel Pérez, Pedro Andaveris y Apolinar Medina, entre otros, debieron estar
esperándolo para que se integre al grupo que hizo de la saya Gran Poder de
Chicaloma una verdadera orquesta.
(Blog Irupana, agosto de 2001)
Texto y foto: Guilmer Sambrana Salas - Richard Ilimuri