El joven y la estrella pasaron largas horas conversando, compartiendo sueños y secretos, sin embargo debido a su naturaleza celestial, la estrella finalmente tuvo que regresar al firmamento dejando al joven con un profundo dolor en el corazón.
Desolado por su
partida, el chico Aymara decidió emprender un viaje por los cielos para
encontrarla nuevamente, y con la ayuda de su fiel amigo el majestuoso Cóndor de
los Andes, voló incansablemente en busca de la estrella amada.
Finalmente logró
encontrarla y juntos vivieron momentos inolvidables; la estrella le obsequió un
grano dorado, delicioso y altamente nutritivo conocido como el grano de los
dioses; la quinua.
Un día, el joven
Aymara sintió la necesidad de regresar a la tierra para visitar a sus padres,
quienes añoraba profundamente. Con tristeza, se despidió de la estrella y
recibió de ella el regalo preciado de la quinua, para que su pueblo pudiera
cultivarla y beneficiarse de sus propiedades en la tierra.
Desde aquel
momento, la quinua se convirtió en el pilar fundamental de la alimentación de
los pueblos andinos. Este grano extraordinario se convirtió en un apoyo crucial
para garantizar la seguridad alimentaria de estas comunidades, que de otra
manera no podrían acceder a los nutrientes necesarios para vivir de manera
saludable.