Un hombre acarrea hojas de palma para el techo de su casa |
Rurrenabaque antes de la llegada de los Españoles, estuvo
habitada por pueblos selváticos y étnicos Arawak, como los tacanas y araonas
que se agruparon numerosamente para enfrentar a los pueblos de tierras altas,
quienes se adentraron hasta esa región para intercambiar productos como plumas
y cueros para su vestimenta, madera y plantas medicinales.
A partir de 1560 entran en la región, religiosos jesuitas,
carmelitas y franciscanos, para evangelizar, mientras los españoles ingresaron
en son de conquista, encontrando un clima y una región muy adversa, enfrentando
a los indios que los atacaban defendiendo su territorio que veían avasallado.
La actividad misional provocó cambios en la organización
social y productiva de los pueblos indígenas. Los nuevos conceptos religiosos
se mezclaron con las creencias locales, dando lugar a un sincretismo religioso.
La introducción del ganado vacuno creó una nueva dinámica productiva, basada en
la agricultura, la pecuaria y la extracción de los recursos naturales. Las
misiones se convirtieron en centros de abastecimiento de alimentos, que llegaban
a comercializarse con otras regiones.
Rurrenabaque, en 1810, era un pequeño villorio y puerto de
descanso donde los viajeros provenientes de la región de Mosetenes y
Apolobamba, eran rescatadores de la cáscara de quina, convertido en importantísimo
producto medicinal de explotación, en la mitad del siglo XIX.
Se menciona al Padre Giovani Gianelli como fundador de
Rurrenabaque, un 2 de Febrero, cuando se celebra a la Virgen de la Candelaria,
como Patrona del pueblo, con el nombre de La Cruz; al no existir documentación
sobre la fecha de fundación hasta entonces, quedó la tradición de conmemorar
cada 2 de Febrero esta festividad.
La fecha documentada como fundación de Rurrenabaque, es el
15 de noviembre de 1844 que se consigna en el Decreto Ley del 17 de Noviembre
de 1844, emitido por el Presidente Gral. José Ballivián, que cita “…cambiar el
nombre de Rurrenabaque por el de Ciudad Ballivián y erigirse como capital del
nuevo departamento del Beni.” Sin embargo, este decreto no se cumplió por diversos
motivos, como la falta de comunicación entre pueblos.
Balseros en la fiesta de Rurrenabaque |
El auge de la goma, por el año 1880, aceleró un proceso de
colonización y movimiento económico, siendo Rurrenabaque, un importante puerto
de embarque de la producción gomera, de alimentos y transporte masivo de mano
de obra para las barracas y gomales, y tránsito ineludible de embarcaciones
provenientes de La Paz, rumbo a los centros de la goma y castaña. Finalizado este
auge, se asentaron en Rurrenabaque migrantes de otros países, atraídos por el
florecimiento económico, el comercio de la goma, la quina y luego el oro.
Desde 1995, Rurrenabaque es capital y gobierno municipal de
la 4ta. Sección de la provincia Gral. José Ballivián, y hoy, continúa siendo un
nudo de transporte, comercio y producción, sumados a la floreciente actividad
del turismo productivo.
Sus manifestaciones culturales rememoraban las antiguas
tradiciones de los grupos tacanas en cuanto a danzas, vestimenta y costumbres,
que con chicha fermentada y comidas de cacería, se extendía por varios días.
El día de la fiesta del pueblo, la actividad principal era
conmemorar a la Mamita de la Candelaria, quien recibía la visita de toda la
gente que en romería llegaba hasta su altar para manifestar agradecimiento por
las bendiciones recibidas.
Con el transcurrir de los años, las costumbres fueron
cambiando y se fueron formando nuevas agrupaciones, con nuevas danzas,
instrumentos y vestimentas durante la festividad de la población; surgiendo
así, los puli pulis, macheteros, callahuayas, zampoñeros y las mamas, que
acompañaban la “procesión” de la Santísima Virgen de la Candelaria, Patrona del
pueblo, cuya imagen era llevada por las pocas calles culminando con la Santa
Misa, como un motivo de saludo y bendición a sus 1500 habitantes. Después, se
realizaba el jocheo de toros, la carrera de caballos, de “sortija”, de callapos
y de canoas, motivando la presencia de todos los pobladores.
Texto y foto: La Palabra del Beni - Richard Ilimuri - El Deber