La Cuna milenaria de los pueblos indígenas originarios que sobrevivió los tiempos. En el lenguaje aimará le llaman simplemente “awuayo” y
hace siglos que es la cálida cuna de nuestros hermanos originarios de Bolivia,
Perú y el norte de Argentina y Chile.No tiene secretos; es una simple manta
rectangular que las mujeres acomodan en sus espaldas y con un nudo seguro, la
atan hacia adelante a la altura del corazón.
En su interior, el niño protegido acompañara a su madre
en largas caminatas, a veces hasta en trabajos en la tierra.
La confección de un awuayo necesita la misma laboriosidad
de una cuna de madera o de un simple escarpín. Mientras espera el nacimiento de
su hijo, la madre lo tejerá en telares
milenarios y lo teñirá con colores fuertes, copiados del plumaje bicolor,
blanco y negro, del alcamari, un pájaro hermoso que disfruta su libertad en una especie de ave falconiforme de la familia
Falconidae que habita a lo largo de la región Andina de la puna. Será una prenda sagrada y lo usarán también como
mantel para la eucaristía. Cuando el niño ya no lo necesite, lo ofrecerán como
homenaje a la Pachamama , la madre tierra. En gratitud por la nueva vida y en
ruego para que el niño sea feliz.
Despierta ternura observar a las mujeres en sus caminatas
o largas esperas, mantener intimas conversaciones con su niño. Charlas y
también reproches cuando la pequeña guagua se porta mal en su cuna. El awayo,
por la ternura que despierta, es lo más parecido al nido de un colibrí. En esa
cálida fortaleza, el niño duerme feliz,
acunado por el arrorró que cantan los latidos del corazón de su madre.
Muchas veces he sentido la necesidad de abrir sus
pliegos, mirar los vivos ojos negros que se asoman y sentir en mis manos el
calor de la ternura. Pero llevan en su genes el alerta por la hostilidad de
siglos y me dirán con la mirada, ¡cuidado, no estoy solo, me está cuidando mi
madre!
No pierdo la esperanza que me entiendan; solo me asomaba
para volver a sentir tanto amor.