martes, 11 de octubre de 2016

La masacre de Perón al pueblo pilagá

Prisioneros Pilagá fotografiados junto a un gendarme
En octubre de 1947, transcurridos dos años de la primera presidencia de Perón, la Gendarmería Nacional al mando de Natalio Faverio masacró a no menos de mil indígenas pilagás, y doscientos aún continúan desaparecidos en Rincón Bomba.


Territorio nacional de Formosa en 1947. Dos años después del “día de la lealtad peronista”. Las familias pilagás, tobas y wichis se dirigen caminando a la Compañía El Tabacal en Tartagal (Salta), propiedad del terrateniente oligarca y empresario del azúcar Robustiano Patrón Costas, en busca de trabajo. El gobierno de Perón había establecido un régimen de trabajo esclavo y el patrón no cumplió con el salario prometido. Los indígenas reclamaron y fueron despedidos. Acechados por el hambre y las enfermedades deciden volver con sus familias a su territorio en Las Lomitas (Formosa).
Los temores al “gran malón”, a la “sublevación indígena”, a “los indios revoltosos”, en “actitud de alzamiento” se expresaban en la prensa de la época y en los voceros de la clase política gobernante. Esto generó un clima propicio para la represión. La Gendarmería formó una línea de más de cien hombres armados entre el pueblo y la comunidad. Al acercarse para parlamentar empezó la represión.

El 10 de octubre comienza el otro octubre peronista, la matanza se lleva adelante. Los gendarmes provistos con ametralladoras, carabinas y fusiles avanzaron sobre la comunidad. La cacería por el monte duró tres semanas. Durante las noches los gendarmes encendían bengalas para iluminar un territorio para ellos desconocido. Fue un asunto de Estado. Desde Buenos Aires se enviaron dos aviones de la Fuerza Aérea utilizados para reprimir desde el aire. Esta fuerza lo reconoce como su bautismo de fuego.

Los testimonios de los pueblos originarios se refieren a una masacre, un genocidio. Sus cuerpos fueron arrasados por topadoras y quemados. Las mujeres y las niñas fueron violadas. Los ancianos, fusilados. Muchos fueron perseguidos hasta Paraguay, donde fueron detenidos para ser llevados a las reducciones. En el año 2006 se encuentran veintisiete cuerpos, y un grupo de abogados inicia acciones legales contra el Estado nacional por violaciones a los derechos humanos.

Nadie de Gendarmería fue castigado por la masacre y el genocidio. Santos Costas, quien fue integrante de la fuerza en el momento de los hechos, fue felicitado y ascendido por Orden 2.595 del director de Gendarmería Nacional. Luego abandona la fuerza y se convierte en juez federal en Formosa. Su juzgado tiene la causa de lesa humanidad por los hechos que se le imputan. Uno de los gendarmes espera en su casa mientras la Cámara Federal de Resistencia resuelve su imputación. Por otro lado, los pueblos originarios continúan siendo asesinados y perseguidos. Mientras una delegación de mujeres participó en Rosario denunciando al estado genocida, la Federación Pilagá invita al acto en conmemoración de los 69 años de la masacre.


Texto y foto: Hernan Perriere  Richard Ilimuri Internet

lunes, 10 de octubre de 2016

Como se edita un texto, las cinco reglas de Botsford


Gardner Botsford fue editor de The New Yorker. En este extracto de Life of Privilege, Mostly, expone unas reglas para editar un texto.]

A principios de 1948, la entrega de «Carta desde París» y «Carta desde Londres» se trasladó desde el domingo a un día más civilizado de la semana, y a mí me trasladaron con ella. Otra persona pasó a encargarse de las noches de domingo y empecé a dedicar la mayor parte del tiempo a editar largas piezas factuales: «Perfiles», «Reportajes» y textos de ese tipo. Seguí editando a Flanner y Mollie Panter-Downes –de hecho, a partir de entonces edité todo lo que cualquiera de los dos escribiese para la revista–, y también me asignaron a varios escritores de primera clase del New Yorker, con muchos de los cuales formé alianzas permanentes. Eso implicaba menos tiempo con los escritores de menor calidad con los que había empezado, los Helen Mears y Joseph Wechsberg. Helen Mears era una escritora olvidable; a Joseph Wechsberg lo recordaré siempre. Era un incordio, un Mal Ejemplo y un rito de paso para cada editor junior. Para empezar, era checo y en realidad nunca aprendió inglés. (Aquí hay una observación biológica de Wechsberg que he conservado intacta a lo largo de los años: «Sin los largos hocicos de los abejorros, los pensamientos y el trébol rojo no pueden ser fructificados».) Además, había empezado como escritor de ficción (ahora es más conocido, si es que se le conoce por algo, por algunos relatos que publicó en la revista antes de la guerra) y, cada vez que los datos que necesitaba resultaban elusivos, se los inventaba. Como su escritura estaba desvinculada de la gramática, el vocabulario y la cordura (ver arriba), podía escribir muy deprisa, y no había nadie más prolífico que él. Sandy Vanderbilt siempre decía que había editado más a Wechsberg que yo, y que había editado más a Wechsberg de lo que el propio Wechsberg había escrito, por culpa de una pesadilla recurrente en la que trabajaba en un manuscrito implacable e interminable de Wechsberg que seguía supurando por mucho que Sandy trabajara, pero cuando fuimos a la morgue y sacamos el archivo de Wechsberg, ninguno de los dos podía recordar quién había editado qué, o, para ser más precisos, quién había escrito qué. Lo que nos molestaba era que Wechsberg era inmensamente popular entre los lectores, lo que quería decir que nosotros éramos inmensa, aunque anónimamente, populares entre los lectores. Cuando llegaron algunos editores que eran todavía másjuniors que yo –Bill Knapp, Bill Fain, Bob Gerdy y un par de figuras más transitorias–, les asignaron a Wechsberg y yo quedé libre al fin. No totalmente libre, por supuesto.

Como la revista publicaba cincuenta y dos números al año, la mayoría de los cuales contenía (entonces) al menos dos piezas factuales, era demasiado esperar que los escritores de primera fila pudieran satisfacer esa demanda. Eso abrió la puerta a escritores de segunda línea y yo (como Sandy, Shawn y todos los demás) tenía que echar un
a mano. Era el tipo de trabajo que me llevó a una serie de conclusiones sobre la edición.

Regla general nº 1: Para ser bueno, un texto requiere la inversión de una cantidad determinada de tiempo, por parte del escritor o del editor. Wechsberg era rápido; por eso, sus editores tenían que estar despiertos toda la noche. A Joseph Mitchell le costaba muchísimo tiempo escribir un texto, pero, cuando entregaba, se podía editar en el tiempo que cuesta tomar un café.

Regla general nº 2: Cuanto menos competente sea el escritor, mayores serán sus protestas por la edición. La mejor edición, le parece, es la falta de edición. No se detiene a pensar que ese programa también le gustaría al editor, ya que le permitiría tener una vida más rica y plena y ver más a sus hijos. Pero no duraría mucho tiempo en nómina, y tampoco el escritor. Los buenos escritores se apoyan en los editores; no se les ocurriría publicar algo que nadie ha leído. Los malos escritores hablan del inviolable ritmo de su prosa.

Regla general nº 3: Puedes identificar a un mal escritor antes de haber visto una palabra que haya escrito si utiliza la expresión «nosotros, los escritores».       

Regla general nº 4: Al editar, la primera lectura de un manuscrito es la más importante. En la segunda lectura, los pasajes pantanosos que viste en la primera parecerán más firmes y menos tediosos, y en la cuarta o quinta lectura te parecerán perfectos. Eso es porque ahora estás en armonía con el escritor, no con el lector. Pero el lector, que solo leerá el texto una vez, lo juzgará tan pantanoso y aburrido como tú en la primera lectura. En resumen, si te parece que algo está mal en la primera lectura, está mal, y lo que se necesita es un cambio, no una segunda lectura.

Regla general nº 5: Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. La buena edición ha salvado la mala escritura con más frecuencia de lo que la mala edición ha dañado la buena escritura. Eso se debe a que un mal editor no conservará su trabajo mucho tiempo, mientras que un mal escritor puede continuar para siempre, y lo hará. La buena escritura existe al margen de la ayuda de cualquier editor. Por eso un buen editor es un mecánico, o un artesano, mientras que un buen escritor es un artista.

Texto y foto: Daniel Gascon - Richard Ilimuri

miércoles, 5 de octubre de 2016

El creador del Wall-E boliviano, esta en Washington

Es el primer compatriota invitado a
"Ideas para mejorar vidas” (Demand Solutions en inglés),
 evento global que se desarrolla en Washington, 
Esteban Quispe (18), el creador del Wall-E boliviano, es el primer compatriota en ser invitado a "Ideas para mejorar vidas” (Demand Solutions en inglés), evento global que se desarrolla en Washington, que es organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que reúne a algunas de las mentes más creativas del mundo para discutir y compartir soluciones innovadoras para los retos del desarrollo.

"El ser el primer boliviano en esta conferencia es algo maravilloso para mí, estoy muy agradecido y me impulsa a seguir adelante. Yo quiero ayudar a más personas de nuestro país, en temas de agricultura y tecnología”, sostuvo Quispe en contacto con ANF desde Washington, donde fue invitado por el BID en representación del país.

Demand Solutions es un evento que el BID organiza desde 2013 y tiene por objeto reunir a las mentes más innovadoras del mundo y a los emprendedores más prometedores de las industrias creativas de la región. El grupo selecto de invitados, durante los próximos días en la sede del BID, presentará sus ideas sobre cómo mejorar vidas.

Entre esas mentes se encuentra la del creador del Wall-E boliviano, más conocido como el "genio de Patacamaya”, ya que es oriundo de ese municipio rural del altiplano boliviano.

"Wally es el número 20 de mis inventos, actualmente existen 22". De esa manera recordó que su primer invento fue realizado con ayuda de su padre, se trataba de un automóvil que tenía luces, gracias a la conexión de un interruptor portátil. Inventó este artefacto porque, según contó, nunca tuvo dinero para comparar un carrito de juguete.

"Luego fui viendo las necesidades de mi padre y de mi madre, para poder colaborarlos en la agricultura y otras cosas, por eso fueron naciendo mis inventos”, relató.

Pero el robot Wall-E, similar al personaje de Disney del mismo nombre, es uno de sus inventos más queridos, como él dice entre risas. "Todos lo quieren al Wall-E”, el robot es capaz de desplazarse, evitar obstáculos y mover los brazos, cuenta.

La creatividad del joven no ha tenido más límites que los económicos, pero él ha sabido sacar adelante sus iniciativas con material reciclable y todo lo que encontró en su camino.

"En el colegio no se me ha colaborado, ha sido algo empírico, para la educación en Bolivia hace mucha falta que se incentive en la investigación, en todas las áreas”, agregó Quispe, quien gracias a su talento, ha sido becado en la Universidad Católica Boliviana (UCB) para estudiar la carrera de ingeniería mecatrónica. A sus 18 años de edad ya cursa el segundo semestre.

Pero no solo eso, este inventor aymara y de padres agricultores del altiplano boliviano, con recursos propios visita municipios rurales para dar charlas a estudiantes de secundaria y primaria. "He estado dando charlas en áreas rurales, con el poco dinero que tenía, tratar de compartir el conocimiento", cuenta.

El joven boliviano tiene muchos proyectos, pero el dinero sigue siendo un obstáculo para hacerlos realidad, pese a ello tiene planeado crear el "Premio Esteban”, el mismo que por el momento cuenta con Bs 1.000 de fondos, recaudados en las charlas que Quispe ha estado dando.

"El 'Premio Esteban' va a ayudar a descubrir más jóvenes y niños que tienen capacidad en la ciencia y la tecnología. En noviembre estoy lanzando el premio, que es parte de la Fundación que voy a crear, 'Fundación Ciencia Tecnológica Indígena´ y ahora estoy buscando financiamiento y en caso que no se consiga, se va a llevar adelante con casi mil dólares que tengo ahorrados”, comentó.


Quispe arribó a la capital norteamericana el pasado 2 de octubre y fue recibido por el representante de Bolivia ante el BID, Hernando Larrazabal.


Texto y foto: Pagina Siete Internet

sábado, 1 de octubre de 2016

Cuando el Mariscal Andrés de Santa Cruz, gobernó el país desde Irupana


Dicen que, hasta antes de la llamada Guerra Federal (1899), la silla presidencial era, en realidad, la de la montura de un caballo: El primer mandatario del país gobernaba Bolivia desde el lugar donde se encontraba. Es así que el Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana ejerció su mandato desde Irupana, el 9 de mayo de 1830.

El 24 de abril de 1830, el también designado “Mariscal de Zepita”, salió de la ciudad de La Paz rumbo a Chuquisaca, pero lo hizo a través de la vía que atravesaba Yungas, Inquisivi y el departamento de Cochabamba. Según el libro Monografía de Los Yungas, de José Agustín Morales, lo hizo con el objetivo de cerciorarse personalmente de las muchas necesidades de los pueblos transandinos.

Es así que, el 9 de mayo de 1830, tras llegar a Irupana, ordenó a la Prefectura del departamento de La Paz enviar vacuna fresca contra la viruela, además de un médico practicante para que la suministre a los niños y jóvenes que eran las principales víctimas de la enfermedad. Así también instruyó a los curas de la zona que propaguen la noticia de este beneficio durante sus sermones, con el objetivo de que la gente acuda para recibir la inmunización.

Santa Cruz y Calahumana debió de cerciorarse del mal estado de los servicios educativos de la región yungueña, tanto que en el mismo Irupana dispuso la creación de un impuesto destinado al sostenimiento de escuelas de la misma Irupana, Chulumani, Coripata, Coroico, Chirca y Pacallo. Gravó con un tributo de 4 reales sobre cada quintal de harina de trigo, 2 reales al de maíz y 2 reales de cabeza de ganado faenado para el consumo.

Si el tema de los caminos de la región yungueña es un problema ahora, imagine lo que pasaba hace casi 200 años. El Presidente ordenó la apertura de un camino entre Unduavi y Coroico, además de la refacción del de Yanacachi. Encomendó el primero de ellos al ciudadano Bernardo Gonzáles y el segundo al corregidor Eugenio de Montufar. Para cubrir el costo de ambos trabajos autorizó que ambos cobren para sí el impuesto de peaje por un tiempo de dos años.

El Mariscal de Zepita pasó luego a Cochabamba, donde permaneció un mes antes de llegar a Chuquisaca. A su arribo promulgó, el 6 de julio de 1830, el decreto que marcó el nacimiento de la que sería luego la Sociedad de Propietarios de Yungas, la organización que manejó los destinos de la región yungueña hasta 1953, cuando se decreta la Reforma Agraria.

Esta organización reunía a todos los propietarios de las haciendas de la región yungueña, era el verdadero poder local, tanto en lo político como en lo económico. La Sociedad administraba la mayor parte del impuesto que se cobraba a la coca que salía de la zona, el que era destinado principalmente a la apertura y mantenimiento de los caminos, aunque luego pasó a la atención de servicios tales como la salud y el agua potable.

La familia del Primer Mandatario era también propietaria de una hacienda cocalera en lo que hoy se llama Coroico Viejo, en el municipio de Coroico. Es decir, formaba también parte de la Sociedad de Propietarios de Yungas.
Unir Perú y Bolivia

Andrés de Santa Cruz y Calahumana fue presidente de Bolivia entre 1829 y 1839, dos años antes de alcanzar la primera magistratura del país, fue también presidente de la Junta de Gobierno del Perú. Su proyecto político más importante fue la consolidación de la Confederación Perú-Boliviana, con la que intentó unir a los dos países, como en las épocas en que ambos territorios eran parte del Virreinato de Lima, durante la colonización española.

Nacido en la ciudad de La Paz, el 5 de diciembre de 1792, hijo del criollo peruano José de Santa Cruz y Villavicencio y de Juana Basilia Calahumana, de una rica familia mestiza, descendiente de los incas, que tenían para sí el cacicazgo de Huarina, a orillas del Lago Titicaca.

Una de las apuestas de su gobierno fue el de la educación, además del establecimiento de escuelas, fundó la universidades Mayor de San Andrés, de la ciudad de La Paz, y la San Simón, de Cochabamba.

Viajó por todos los rincones del país, con el objetivo de enterarse personalmente de las necesidades regionales y locales, pese a las dificultades que –mucho más entonces- tenía Bolivia para unir sus distintas latitudes. Es así que estuvo en lugares tan distintos como el puerto de Cobija, en el Océano Pacífico, o la frontera con Argentina. Podemos imaginarlo con su caballo por los difíciles caminos de herradura de la región yungueña, al mando de toda su comitiva.

Texto y foto:  Guimer Zambrana - Richard Ilimuri - Internet