lunes, 26 de junio de 2023

KALASASAYA: El Templete Semisubterráneo en Tiwanaku

Templete de Tiwanaku
Templo de Kalasasaya. Kalasasaya en aymara "piedras paradas"), habría sido el centro   ceremonial del complejo Tiwanaku. Es el templo más grande: 128,66 metros de largo x 119,06 de ancho; su estructura rectangular está basada en columnas de arenisca y piedras labradas, entre las cuales hay conductos de desagüe para las aguas pluviales. El acceso principal está conformado por una escalinata de 7 número sagrado, peldaños orientados al este, por donde ingresan los primeros rayos del sol en las mañanas, indicando la probabilidad de un ascenso al plano celestial a un templo consagrado al Sol.

Los monolitos que se erigen en su interior habrían sido indicadores del movimiento solar; las esquinas y entrada demarcan los solsticios y equinoccios con precisión. Además, se observan restos de lo que habrían sido pequeñas habitaciones semi-subterráneas dispuestas de manera que siete estaban a cada lado del patio.

Dentro del Templo se destacan La Puerta del Sol y los monolitos Ponce y El Fraile"; a su vez el muro oeste conocido como "Chunchukala" o "Pared balconera". Tenía 11pilares que marcaban las distintas posiciones del Sol durante el año, señalando con precisión los equinoccios y solsticios. En el muro norte hay dos bloques con perforaciones que imitan, a escala, el oído humano y actuaban como amplificadores de sonido.

El Templete Semisubterráneo es una de las mejores piezas arquitectónicas de Tiwanaku. Fue edificado en las primeras centurias de la era cristiana. Aproximadamente a una distancia de 21, metros al este del Templo de Kalasasaya, de planta ligeramente rectangular, compuesto de cuatro muros de contención en torno a un patio abierto. El lado oeste mide 28,47 metros, el este 28,57, el norte 26 y el sur 26,05. En la fachada del muro norte hay 14 pilares monolíticos plantados verticalmente, en el este 11, en el oeste 15 y en el sur 9.

Los muros están decorados con 175 cabezas humanas -de diferentes características- sobresalientes, esculpidas en piedras de color blancuzco, en especial roca caliza e ignimbrita. El patio interior de tierra apisonada, con leve declive y a dos metros de profundidad en relación al suelo circundante externo. Su escalinata de acceso originalmente de siete peldaños daba al sur, o sea hacia Akapana y no se conectaba por tanto directamente con Kalasasaya.

El agua de lluvia era desagotada mediante canales al pie de los cuatro muros y que, con una pendiente del 2% aproximadamente, confluyen hacia la boca de un colector ubicado en la esquina noroeste.

En sus patios se erigía la pieza antropomorfa más grande de Tiwanaku: el Monolito Pachamama o Bennett -de 7,30 metros de altura, hoy en el Museo Lítico-; en el centro encontramos tres estelas, el "Monolito Barbado" -2,55 metros-, junto a otras dos menores. También una piedra de forma cilíndrica con fina decoración incisa, que servía para depositar ofrendas.

A pesar de su modesta superficie -742,7 metros cuadrados aproximado, es indudable su utilización ceremonial en la cosmovisión del Tiwanaku, el Templete representaba "el mundo de abajo", donde residían los seres por nacer y los muertos. El material utilizado en los muros es la arenisca roja, probablemente simbolizando la oscuridad propia del medio subterráneo; las estelas erguidas al centro miran hacia el sur, no al este, ni al oeste con respecto al curso solar, sino más bien en relación de nocturnidad.

Internet

domingo, 25 de junio de 2023

MONUMENTO NACIONAL: El Fuerte de Samaipata

El sitio arqueológico de Samaipata ha sido investigado ya en los siglos XVIII y XIX por los científicos Tadeo Haenke y Alcide d’Orbigny. Posteriormente Erland Nordenskiöld, Leo Pucher y Hermann Trimborn. En 1951 el gobierno boliviano lo declaró Monumento Nacional. 

En 1974, por iniciativa de Carlos Ponce S., se funda el Centro de Investigaciones Arqueológicas en Samaipata que cuenta con un museo importante, y se inician la limpieza del cerro esculpido y las primeras excavaciones.

Desde 1992 se llevó a cabo el Proyecto de Investigaciones Arqueológicas de Samaipata (P.I.A.S.)  con un equipo internacional, cuyas excavaciones pusieron al descubierto más de 50 edificaciones en una zona de 30-40 hectáreas.

En 1998 la UNESCO declaró al sitio Patrimonio Cultural de la Humanidad. Es considerado la mayor obra de “arquitectura rupestre” del mundo.

Los hallazgos han permitido reconocer el siguiente cuadro cronológico de los asentamientos en Samaipata: Fase pre-Inka, Inka I, Inka II (los dos períodos incaicos separados por una invasión de los chiriguanos). El museo arqueológico de Samaipata presenta artefactos de diferentes tradiciones de los valles, aparte de la cultura Inka.

La tradición popular ha denominado a la zona como «El Fuerte», lo que se remonta al uso de los Inka y los españoles. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que ya existían asentamientos preincaicos, las que continuaron hasta la Colonia. Se supone que los Inka erigieron allí un importante centro religioso y administrativo.

La tradición popular ha denominado a la zona como «El Fuerte», lo que se remonta al uso de los Inka y los españoles. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que ya existían asentamientos preincaicos, las que continuaron hasta la Colonia. Se supone que los Inka erigieron allí un importante centro religioso y administrativo.

Este centro se caracteriza por una gran plaza bordeada de edificios importantes como la kallanka: Se ubica en el pequeño valle al sur de la roca, separado de ésta por un sistema de terrazas. La kallanka de Samaipata es un edificio de 68 m de largo y 16 m de ancho con 8 puertas. Las interpretaciones sobre su función giran desde un uso como cuartel militar hasta otros para fines rituales o de ceremonias públicas en general.

En las dos plataformas elevadas al lado oeste de la gran plaza se encuentran una cantidad de edificios de proporciones medianas. En el montículo más al oeste así como en varios lugares al este de todo el complejo fueron excavadas varias construcciones interpretadas como las residencias del personal administrativo del centro incaico.

Muchos visitantes del lugar han especulado sobre la finalidad de la chinkana, un profundo hueco cavado en la roca más al sureste de la plaza. Una explicación razonable podría ser que se trataba de un pozo de agua para todo el complejo.

El cerro esculpido

Este monumento único en el mundo andino tiene una dimensión de aprox. 300 m, con 50 m de ancho, y está situada en dirección de este a oeste. Presenta una gran cantidad de elementos como depresiones artificiales, canales para libaciones (uso ritual) y de desagüe, esculturas zoomorfas, nichos trapezoides y terrazas. La ilustración (modelo tridimensional) da una impresión de estas obras escultóricas que cubren toda la cima de la roca y sus lados.

Mencionamos aquí solamente algunos pocos elementos notables. En la parte oeste se encuentran dos esculturas de felinos (pumas). Los primeros investigadores notaron aún más figuras en este lugar, incluyendo una serpiente enroscada y un ñandú.

Más al este, sobre el lado inclinado de la roca, corre un sistema de canales y rombos en dos filas, que comunica con recipientes profundos y con un muro de nichos que traversa la roca. Este sistema de grabados ha sido comparado con piezas incaicas, líticas o de madera, con un recipiente globular y canales en forma de rombos (pacha), supuestamente usadas en ritos incaicos.

Cerro esculpido de Samaipata, canal y cadena de rombos grabados. Foto: Archivo SIARB. (Esta foto fue tomada en los años 1980, cuando los visitantes podían acercarse a los grabados e inclusive pisaban la roca esculpida, práctica que actualmente está prohibida.)

En el punto más alto de la cima se halla un gran círculo cavado en la roca que Leo Pucher llamó «Coro de los Sacerdotes». El borde del círculo contiene 18 rebajas a modo de asientos. En el centro existen 9 asientos intercalados por  9 pequeñas hornacinas. No se conoce la finalidad de esta estructura especial.

Respecto a los grandes nichos tallados en la roca, Meyers sugiere que en ellas estaban expuestas las momias estatuas de los dioses de los Inka para que se les rinda culto. Formarían parte de una especie de templos cerrados o abiertos, cuyos restos de muros de piedra se pueden apreciar todavía en algunas partes. Además, encontramos en la superficie de la roca depresiones y canales de desagüe.

Dos muros cruzan el cerro esculpido, uno tiene la forma de una L con nichos en los dos lados. Es uno de los indicios más claros que había diferentes fases de utilización del cerro y distintos conceptos, ya que está puesto encima de otros grabados.

La protección y conservación de este monumento es difícil considerando la fragilidad de la roca arenisca. Una evaluación crítica de posibles tratamientos de la roca esculpida se publicó en el Boletín Nº 14 (2000) de la SIARB.

En el pasado, los visitantes pisaron las esculturas y contribuyeron a su destrucción, razón por la cual se ha delimitado el recorrido de los turistas a una pasarela que bordea la roca. Desde el mirador al oeste, se tiene una vista excelente del sitio.



jueves, 22 de junio de 2023

AÑO NUEVO AYMARA: La gran mamada

Hasta el 21 de junio de 2022, todavía creía que el año nuevo andino comenzaba en ese día del año, en coincidencia con el solsticio de invierno. Crédulo e ingenuo, me abrigaba hasta donde el cuerpo tolerara y me iba hasta el cerro Chapini, de Potosí, a recibir los primeros rayos del sol. Debo admitir que era una experiencia fascinante.

Pero el estudio de la historia tiene sus desventajas y una de ellas es que te abre los ojos...

En enero de este año terminé de revisar las crónicas que incluyen las celebraciones de los incas —las de Guamán Poma de Ayala, Pedro Cieza de León, Cristóbal de Molina, Polo de Ondegardo y Juan de Betanzos— y descubrí que el único que habló del inicio de un nuevo año, pero no en junio, sino en mayo, fue De Molina, “el cusqueño”, puesto que hubo dos —el otro, homónimo, era llamado “el almagrista”.

En el Tawantinsuyo o Estado incaico —si quiere, llámele “imperio”— hubo cuatro fiestas principales —el Capac Raymi, el Situay, el Aymoray y el Inti Raymi— que coincidían con los solsticios y equinoccios, puesto que esa cultura llegó a dominar la astronomía. Sin embargo, la forma de contar el paso del tiempo era distinta a la de los europeos, puesto que, por una parte, se tomaba en cuenta criterios astronómicos —la posición de los astros— y, por otra, se consideraba las variantes agrícolas, ya que necesitaban sembrar y cosechar de la manera más exacta posible en un ambiente, como el de la puna, que era más hostil para los cultivos.

En los primeros años de la invasión no se homologó calendarios, puesto que el gregoriano —que data de 1582— todavía no existía y seguía utilizándose el juliano. Cuando comenzó la homologación, los pueblos andinos, que ya formaban parte del imperio español, asumieron el inicio del año entre el diciembre y enero gregorianos. La prueba está en la crónica de Guamán Poma de Ayala que dice que enero es el “mes de año nuebo (sic)”.

Entonces, lo que se celebraba en el imperio incaico en el mes de Haucay Qusqi (según Guamán), Cahuay o Chahuarhuay (De Molina), Aucay Cusqui (Ondegardo) o Hatun Cosqui Quillan (Betanzos) y más o menos se homologa con junio es el Inti Raymi, una fiesta dedicaba al sol que era movible, así tampoco tenía fecha fija. No era el inicio de un nuevo año.

Por tanto, el año nuevo andino no existe, y es incomprensible que a este engaño se haya agregado lo de amazónico.

Al haberme encontrado con tantas evidencias, que coinciden con la interpretación de historiadores como Juan José Vega y Luis Guzmán Palomino, me sentí estúpido por haber acudido tantas veces a las ceremonias en el cerro Chapini. Este año, obviamente, no asistí. Para volver a hacerlo tendría que seguir evaluando si vale la pena seguirle el juego a esta gran mamada

Texto Juan José Toro Montoya 
foto: Richard Ilimuri