Con la mirada pérdida, por su mejilla le bajaba una lágrima
que recorrió su rostro marcado por las arrugas por el paso de los años y a la
vez esbozó una sonrisa de alegría, esa que tuvo en 1953 cuando filmó Vuelve
Sebastiana y que le sirvió de poco para mejorar su condición de vida.
Así, la encontró y la retornó a su casa un caballero a
Sebastiana Kespi Mamani, que se perdió por espació casi de 12 horas en Oruro y
movilizó a todos quienes la vieron en el cine, la televisión, en las fotos de
los periódicos y las revistas.
“He encontrado a mi mamá hace ratito, un caballero me lo ha
traído a mi casa por el mercado Avaroa, dice que la vio en la tele y la ha
reconocido, estaba en una plaza, desorientada le vamos a llevar al hospital”,
dijo Emiliana Mamani al confesar que su mamá Sebastina sufre de alzhéimer, está
sin protección social, pues no cuenta con un seguro y menos con una renta.
Su popularidad, su estrellato, sus medallas, sus fotos en
todos los periódicos y hoy, en las redes sociales, de nada le sirvió a
Sebastiana Kespi, para salir de la pobreza, para que el Estado le de educación
y hoy una renta, un seguro social y una vida digna cuando se aproximan sus
últimos, para vivir bien.
Sebastiana nació en el entonces cantón Santa Ana de Chipaya
hoy capital del municipio Chipaya, tercera sección de la provincia Atahuallpa
de Oruro. Las frías y desiertas pampas aledañas al Lago Poopó y el blanco manto
del salar de Coipasa eran su referente geográfico, mientras que el pastoreo -de
no más de 20 ovejas- y sus frecuentes viajes para trabajar en Antofagasta e
Iquique son sus referentes de subsistencia económica.
El libro oficial de enseñanza del Estado Plurinacional de
Bolivia que se distribuye en las escuelas denominado: Saberes, conocimientos y
valores del pueblo Uru Chipaya dice: “Las pocas oportunidades de acceso a la
educación superior, la agricultura y la ganadería de subsistencia a la que
estamos expuestos nos obliga a que migremos en algunos casos de forma temporal
y en otras oportunidades de forma permanente a otros lugares como Iquique,
Antofagasta en la República de Chile, en estos lugares realizamos trabajos
agrícolas”, así se les enseña su realidad y nos describimos nosotros mismos.
La realidad que nos describe y enseña el libro, es
exactamente el de la familia Mamani-Kespi, a la que la fama de la mamá no le
alcanzó para cambiar su vida, pero tampoco la de sus hijos Benedicto que migró
a trabajar en las minas de Antofagasta y junto con su familia se quedó en
Chile, porque tiene una mejor calidad de vida, dice Emiliana la hermana que
lamenta la pobreza en que aún viven.
En la primavera de 1942, cuando Sebastiana Kespi nació,
Hitler, llegó con sus tropas hasta Stalingrado, intentando alcanza los
yacimientos de petróleo en el Cáucaso Ruso. Pese a la toma de Ucrania y haberse
acercado a las puertas de Moscú, el ejército ruso dio un giro en la batalla y
logró derrotar a los alemanes, este sería el punto de partida para la caída de
Hitler y el ingreso de Rusia hasta el corazón de Alemania.
Mientras que en la Bolivia de 1942, con el fin de garantizar
el envío de materias primas a los aliados de la Segunda Guerra Mundial, el
gobierno militarizó las minas. Con la II Guerra Mundial la oligarquía minero
feudal boliviana había ganado 800 millones de bolivianos por la venta de
estaño, pero había bajado los salarios de los mineros. Frente a esta situación
en Catavi se planteó una huelga para subir los salarios de los varones de 24 a
35 bolivianos y de las mujeres de 13 a 15 bolivianos, pero el Gobierno de
Peñaranda aliado con los barones del Estaño decide bombardear la comunidad de
Catavi dejando más de 35 muertos, en lo que se conocería como la Masacre de
Catavi y, daría paso a la fundación del Movimiento Nacionalista Revolucionario
en los campos de María Barzola.
Diez años después el MNR protagonizaría la Revolución de
1952 que nacionaliza las minas con la creación de COMIBOL, se reconocería por
primera vez el voto Universal que habilitaba a las mujeres e indios para votar
y se produciría la Reforma Agraria. Sebastiana Kespi, en la Revolución cumplió
diez años, pero seguro que ni le llegó la noticia a los Chipayas, porque no
tenían vías de comunicación.
Ella, le dice al periodista Alfonso Gumucio en un reportaje
publicado por Página Siete, su profesor por tener buenas notas “la prestó” para
que Jorge Ruiz y Jorge Roca filmaran con el Instituto indigenista de Bolivia,
Ministerio de asuntos campesinos, Bolivia films, la película Vuelve Sebastiana.
El connotado periodista Orureño, Luis Ramiro Beltrán, había
escrito un guion simple que dio para hacer una película que en 30 minutos
contaba la vida de los Uru Chipaya, una población étnica en ese momento estaba
a punto de desaparecer. El rol protagónico de Sebastina, fue interpretar lo que
hacía a diario en su vida –pastar ovejas-, pero un día se pasó a tierras
aymaras donde conoció a Esteban Lupy. El abuelo, que conocía la agresividad de
los aymaras va en su búsqueda, pero enferma y al borde de su muerte hace que
Sebastiana regrese a su ayllu. Ella, hasta hace poco recuerda, que de verdad
lloró “cuando murió su abuelo” en la película. En las variadas entrevistas, lo
único que hace Sebastiana es sonreír, en su rostro color bronce que denotaba su
permanente exposición al sol, la tierna sonrisa de la niña indígena, hoy ya
anciana se sigue acentuando mucho más con las dos adornos laterales en su pelo
negro, que nunca deja de llevar.
Cansada de que solo la busquen para sacarle fotos o cuente
como fue protagonista de Vuelve Sebastiana, ella en una de las últimas
entrevistas con los medios en el pueblo Chipaya dijo “sólo me sacan fotos”, no
me dan para comer se quejó. Paulino Lupy quien también participo del film como
hermano de Sebastiana dijo que después de la filmación nunca más volvió a ver a
Jorge Ruiz. “No sé si está vivo o muerto?, dijo el olvidado actor, quien
tampoco superó su condición de pobreza.
Sebastiana cuando protagonizó la película, leía porque ella
cursó hasta el tercer grado de primaria, pero la pobreza no la ayudó para
avanzar. Mientras, Ruiz recibía los galardones y los elogios, el nombre de la
protagonista ni siquiera aparecía en los afiches de la película. Ruiz cuando
filmó a Sebatiana era un cineasta técnico que había sido invitado por el productor
norteamericano Kenneth Wasson a incursionar en la producción cinematográfica.
El primero filma Los Urus (1948) y después 1952 filma Vuelve Sebastiana.
Sebastiana, era una indígena pobre más, de un país que tenía
en ese momento más del 50% de su población en la indigencia y la marginalidad,
y así también la vio el Estado, por eso nunca pudo superar esa condición.
Según el censo de 1950, cuando se filmó Vuelve Sebastina,
Bolivia tenía 2.704.165 habitantes, 600.000 habitantes vivían en las ciudades,
45.000 eran los obreros mineros de los barones del Estado y 2.059.165 era la
población rural. Del total de la población el 70% era analfabeta y, de ese
población rural por lo menos el 40% era indígena reducida al pongüeaje de la
hacienda, que provenía sobre todo de las castas militares que habían gobernado
el país desde la fundación de la Republica. El pueblo Chipaya apenas alcanzaba
una población de 300 personas.
La revolución de 1952 produjo enormes cambios en el país.
Las mujeres acudieron por primera vez a las urnas el 6 de junio de 1952, junto
a ellas estaban los indios –indígenas y campesinos-. Aunque poco elegían porque
siempre fueron manejados por sus dirigentes se incorporaron a la vida política
del país. De 130.000 electores que se tenía antes de 1952 en junio de ese año
se pasó a 960.000. Los mineros se incorporaron como trabajadores de COMIBOL,
las tierras de hacienda comenzaron a ser tomados por los pongos y a
distribuirse la tierra a través del Instituto Nacional de reforma Agraria.
Poco, duró el gobierno civil de la Revolución de 1952 a la
cabeza de Víctor Paz Estenssoro. Los militares volvieron a tomar el poder en
1964 comenzó René Barrientos, le siguió Alfredo Ovando, Juan José Torres, el
dictador Hugo Banzer que duró 7 años en el poder (1971-1978), para sacarlo un
acuerdo civil militar llevó a 6 militares – Juan Pereda Asbún, Alberto Natusch
Bush, David Padilla Arancibia, Celso Torrelio Villa, Guido Vildoso Calderóny
Luis García Meza al poder y 2 civiles Walter Guevara Arze y Lidia Gueiler Tejada.
Latinoamérica seguía la misma corriente con Augusto Pinochet, en Chile, Jorge
Rafael Videla en Argentina y así.
Con militares en el poder y con las armas, Bolivia seguía en
la pobreza y siendo el gran exportador de capitales junto con sus materias
primas. No es que los militares no miraron a Sebastiana, no les interesaba, el
interés era poder y plata.
Pese, a esta penosa realidad militar que se extendía desde
la república, el dictador Hugo Banzer, ordenó en 1976 la realización del
segundo censo, la población subió de 2 millones a 4.613.486 y mostró, que la
Revolución del 9 de Abril fue protagonista de la migración campo ciudad. Del
70% de la población rural el censo dijo que sólo 58% se quedó en el campo y 12%
había migrado a las ciudades, sería el 42% de la población urbana que pecharía
para ser la nueva clase media porque accedería a la educación. Este era el
inició para empezar un tránsito significativo entre el campo y la ciudad. El
analfabetismo bajo de 70% a 40%, esto debido a la implementación del Código de
la Educación.
Sebastiana, ya con 30 años continúa viviendo en Santa Ana de
Chipaya, con su esposo Benigno Alave y sus hijos Benedicto y Emiliana. Cuando
su pueblo fue censado se supo que el nivel de pobreza de la comunidad era de
96%. Seguían viviendo en las casas circulares trabajadas con adobe y paja, y
que para mitigar el frio y los fuertes vientos que soplan en esa región
utilizaban en la mezcla del barro trozos del cuero y lana de las ovejas y de
los camélidos. La chipa, la pita, o sea el trenzado de paja, cuero y lana era
fundamental para amarrar sobre todo los techos para que estos soporten los
vientos. Pobres como eran su subsistencia seguía dependiendo de la migración y
el trabajo temporal que les ofrecía la mina de Antofagasta y la pesca, pues la
debilidad en que se desarrolló el pueblo Chipaya les hacía también depender del
comercio con los aymaras, quienes también les dieron sus apellidos de Kespi,
Mamani, etc..
Instaurada la democracia ( 1982-1984), se creó el municipio
de Chipaya en 1983 con su capital Santa Ana de Chipaya, cantones Ayparavi y
Wisthullani, ayllus Aransaya, Mananzaya, Wistullani y Unión Barras. Pero, la
pobreza continuaba, porque los políticos de “izquierda” (UDP, MIR, MBL, PC)
ahora empezaban a disputarse el poder y la crisis económica que había dejado la
baja de los precios de los minerales en el mercado mundial y una devastadora
sequía, de la cual fue una de los más afectados el pueblo Chipaya, pues, su
población apenas alcanzó a 200 personas el resto fue expulsada a Oruro y Chile.
El rostro de la niña Sebastania Kespi llegó a Hollywood en
20 de junio de 2004. El documental etnográfico Vuelve Sebastiana del cineasta
Boliviano Jorge Ruiz fue presentada en el Teatro Egipcio en Hollywood,
California dentro del programa de películas participantes en el 8th Los Ángeles
Latino International Film Festival.
“Su esfuerzo de crear una nueva copia de Vuelve Sebastiana
para el festival fue compensado por la calurosa recepción recibida por el
público presente quienes dieron comentarios de elogio para el cineasta Jorge
Ruiz. Muchos de los ahí presentes también agradecieron de forma efusiva al
grupo responsable de la muestra por haberles brindado una película tan
importante sobre la cultura Chipaya”, decía la publicación, pero nadie mencionó
a la mujer Chipaya ni la condición en que aún continuaba viviendo.
Ese año el 2004, devastada por la crisis Sebastina se fue a
Iquique y Antofagasta a trabajar. Su hijo Benedicto ya había migrado y echado
raíces en Antofagasta y los nietos habían nacido ahí.
Dos años después, asumió el Gobierno Evo Morales, Sebastiana
se la pasaría llorando, su esposo Benedicto murió dejándola sola con su hija
Emiliana. “Tiene miedo enfermarse, desde que murió su esposo solita camina va
donde sus amigas y camina llorando nomás”, dijeron sus vecinos. Fue para la
noble Sebastiana el inicio de una enfermedad que va avanzando progresivamente y
desconocida en el campo, como es el alzhéimer.
Una vez, entre llanto y sonrisa Sebastiana le dijo a un
periodista: -quiero ir a conocer al hijo de Jorge Ruiz, Guillermo creo se
llama”… “a eso quiero ir a La Paz”, continúo, pero, no alcanzó a conocerlo
porque la ingratitud de Ruiz también se pasó a su generación.
Después, en esos arranques de buena voluntad de los
políticos el vicepresidente actual, Álvaro García Linera, le prometió con el
Programa de Vivienda Social del Gobierno que se financia con el 2% de los
aportes de los trabajados darle una vivienda, pero esta nunca se construyó.
A cambio, en marzo de 2016, cuando ya estaba con alzhéimer,
el Ministerio de Culturas y Turismo entregó el Premio Nacional de Gestión
Cultural “Gunnar Mendoza” 2016 a Sebastiana Kespi, como emblema de la cultura
milenaria Uru-Chipaya y protagonista de la película “Vuelve Sebastiana” y le
dio 40 mil bolivianos, que la indígena dijo que los destinaría a comprar
alimentos.
Hoy, las condiciones de pobreza en el campo son las mismas
que las que vivió Sebastiana. Hay un núcleo educativo moderno que construyó el
actual Gobierno, pero la expulsión de habitantes campo ciudad hace que no haya
alumnos para que disfruten de esta infraestructura. Los Chipayas, son vecinos
del municipio de Sabaya donde no habitan ni 2000 pobladores. Son territorios
inaccesibles, dicen, porque el contrabando y el narcotráfico se acercó a ellos.
El Censo del 2012, oficialmente dice que Bolivia tiene
10.027.254 habitantes de los cuales 6.751.949 viven en el área urbana y
3.275.949 en el área rural, vale decir que el 67,3% de la población es urbana y
32,7% apenas es rural. El departamento de Oruro aparece como el mayor expulsor
de migración campo ciudad vale decir que 64% de su población vive en la ciudad
y 36% en el área rural. Esta realidad se evidencia en el municipio Chipaya,
pues por temas de coparticipación tributaria el municipio figura con 2000
habitantes, cuando en la realidad no alcanzan a vivir ni mil. Oruro, al igual
que Potosí es eminentemente minero, pero su riqueza no condice con la realidad
de sus habitantes. Nota publicada el 12 de noviembre de 2017