Senda Verde |
Después
de recorrer 70 kilómetros desde la ciudad de La Paz, nos detuvimos en la tranca y cruce de Yolosita, pues la temperatura esta en su treinta grados, "botamos chamarras y chopas", se siente el aroma tropical y nos esperan los últimos cuatro kilómetros para llegar a Senda Verde el santuario de animales.
Nuestro vehículo ingresa una especie de pasadizo escondido entre árboles para detenerse a orillas del río. Una puerta de madera y un
timbre de sonido fuerte con un letrero que indica que "serás atendido en cinco minutos" son la antesala para atravesar un puente de madera, que da a una puerta y un pasadizo de malla olímpica, donde los humanos viven enjaulados “ya que es el animal más peligroso del mismo del planeta” nos dicen.
OTRO MUNDO
El ingreso al santuario es como pasar a otro mundo, el espacio parece grande, pero queda "chico" por la cantidad de
animales que llegan semanal y son alojados. Ocupa 14 hectáreas entre de las comunidades Santo Domingo, Cedro Mayo y Yalaca.
La situación se agrava en temporada de lluvias por los caminos casi intransitables y los ríos Cedro Mayo y Coroico, ya que la subida del caudal las aguas, tiende a desbordar e inundar algunas áreas,
como ocurrió en octubre del año pasado.
Por esa razón, la organización pide colaboración mediante visitas guiadas.
Durante la estancia también se puede disfrutar de las cabañas o del restaurante, donde los humanos pueden comer enjaulados. Existe también la opción de ser voluntario entre uno y dos semanas y hasta tres meses a un costo de Bs 800 por semana. La otra manera para ayudar en este proyecto es la adopción de un animal. Para las reservaciones y consultas está la página web www.sendaverde.org y el muro Orfanato de Animales Silvestres La Senda Verde, en la red social Facebook
Para
llegar a su jaula es necesario caminar por la larga galería enmallada,
atravesar un puente de madera, pasar delante de algunos otros jucumaris y
jaguares, hasta terminar en lo más recóndito del refugio, donde el silencio
tiene el acompañamiento incesante del río.
Texto y foto:
Richard Ilimuri