lunes, 24 de octubre de 2016

Se halla, un texto épico que narra un pasaje de la guerra del pacifico

Según el matutino Pagina Siete, el documento fue hallado en la Casa de la Moneda de Potosí. El Ministerio de Defensa acaba de publicar una edición facsimilar del escrito.
Este pasaje fue descrito por Carrasco en un texto que publicó en 1880, el cual tituló Manifiesto del coronel Rufino Carrasco sobre la expedición al litoral boliviano en 1879. El documento fue hallado en la Casa de la Moneda por un equipo del Ministerio de Defensa. Esta institución acaba de publicar una edición facsimilar.

Después de la invasión de Chile a territorio boliviano, entre noviembre y diciembre de 1879, hubo un episodio poco conocido que fue protagonizado por un militar boliviano, el coronel Rufino Carrasco. Éste lideró a más 70 hombres en la retoma de poblaciones que habían sido ocupadas por las fuerzas enemigas (Chiuchi y San Pedro).

El escrito comienza con el relato que hace este militar sobre cómo recibió la noticia de la invasión chilena y cómo inmediatamente ofreció sus servicios al general Narciso Campero. Pero no es hasta agosto -cuenta el autor- que se le ordenó formar un cuerpo de caballería, que sería vanguardia de la 5ta división.

"En pocos días organicé un pequeño grupo, compuesto en su mayor parte de jóvenes decentes, que indignados por el ultraje inferido a nuestra soberanía, anhelaban volar al lugar donde el deber y el honor los llamaba”, escribió el Coronel.


En noviembre, Carrasco recibió la orden de ocupar Chiuchiu, Calama y Atacama. A fines de ese mes, ya en campaña, lanzó una proclama desde Tapaquilcha. En aquella, dirigiéndose a sus soldados, escribe: "Mirad esos nevados que están contemplando vuestros actos y que mañana saludarán nuestros triunfos…”.

El 2 de diciembre, según el relato de Carrasco, el equipo llegó a una población cercana a Chiuchiu y antes de ingresar a la localidad, el jefe militar armó una estrategia, la cual se retrata en la siguiente frase: "Antes de avistar Chiuchiu, dividí las fuerzas en cuatro fracciones con objeto de sorprender al enemigo en el pueblo, cortándole a la vez la retirada a Calama”.

Después de esa acción, el Coronel tomó la decisión de sorprender a los 600 efectivos chilenos que ocupaban Calama. Sin embargo, un "incidente inesperado” provocó un cambio de planes. Lo que ocurrió fue que tres chilenos se acercaron al pueblo. Las fuerzas bolivianas apresaron a uno, otro murió y el tercero escapó y avisó de la presencia del contingente nacional.

Carrasco, entonces, resolvió ir a San Pedro de Atacama. "Frustrado mi plan de atacar por sorpresa a fuerzas superiores en número, pero cobardes en valor, resolví marchar sobre San Pedro, capital de la provincia Atacama, y batir la guarnición de esa plaza cualquiera que fuese su número. No me hacía ilusiones al respecto. Sabía que en 26 horas de mi permanencia en Chiuchiu, el enemigo estaba prevenido para combatir”, relató.


Al llegar a una población, el militar conoció que las fuerzas enemigas sabían que estaban en camino y esperaron en "actitud de combate”. El sitio de la batalla fue en Tambillo, donde Carrasco desplegó a sus fuerzas y terminó desalojando al enemigo de sus posiciones.

En la localidad, los pobladores los recibieron con una celebración. Tras de aquello, Carrasco solicitó refuerzos, pero le llegó un correo en el que le dieron la orden de retirada y le pidieron ir a Potosí, donde fue tomado preso.


La edición del relato que publicó el Ministerio de Defensa incluye dos anexos, un apéndice, la proclama de Carrasco y el parte oficial en el que éste le escribe lo siguiente a su jefe superior: "Me es sumamente extraño que el general Campero y usted, después de haberme encomendado una expedición tan difícil, lanzándome sólo con 70 hombres hasta ponerme a las ocho leguas donde se encuentran fuerzas enemigas considerables, no hayan remitido refuerzos para apoyarnos”.

Texto y foto: Pablo Peralta M. Pagina Siete Richard Ilimuri

domingo, 23 de octubre de 2016

Cachuela ya tiene una sentencia de muerte

Fundada entre fines del siglo XIX y principios
del Siglo XX, fue un emporio de la goma.
Fundada entre fines del siglo XIX y principios del Siglo XX, fue un emporio de la goma. En sus calles pasearon los primeros automóviles de Bolivia; en su teatro actuaron artistas llegados desde Europa y en su hospital se hicieron cirugías de avanzada
Cachuela Esperanza tiene los días contados. No es una amenaza apocalíptica. La furia del olvido y de los años, del abandono y de la bravura del viento y de las lluvias y de los mismísimos ríos atorados en inundaciones están por extenderle el certificado de defunción.

Cachuela Esperanza fue la gran casa de don Nicolás Suárez, el emperador de la goma, que el 31 de marzo de 1882 la fundó como un emporio industrial desde donde producía y enviaba el caucho a los mercados del Viejo Mundo. Un centro con más de 2.000 trabajadores nacionales y extranjeros que se convirtió en un pueblo pujante, amparado por las leyes de su mentor.

Cachuela fue eso y mucho más. Por ejemplo, fue uno de los lugares del país hasta donde llegaron los primeros automóviles y un aparato de Rayos X, médicos cirujanos de primer nivel y obras teatrales desde Europa, además de recetas culinarias que se preparaban en banquetes de la oligarquía que engordaba no solo su billetera, sino también la de Bolivia, ya que con los impuestos de las empresas gomeras se garantizaban los sueldos de los funcionarios del aparato estatal.

A Cachuela Esperanza se la puede presentar desde diferentes esquinas de Bolivia. Está ubicada en Beni y desde su avenida Costanera, los pocos habitantes que quedan siempre dicen que se puede ver Pando. El núcleo urbano está anclado a un costado del río Beni y se puede llegar a él por tierra, ya sea desde Riberalta o desde la fronteriza Guayaramerín.

El que tenga intenciones de ir a Cachuela, antes debe saber que se encontrará con un pueblo cuyas casas y construcciones valiosas -joyas arquitectónicas que tienen más de un siglo- presentan un aspecto fantasmal y son un monumento al olvido, que viven bajo la amenaza de que un viento, una tormenta o algún fuego ose terminar derrumbándolo.
Helen Goyareb, alcaldesa de Guayaramerín, municipio al que pertenece Cachuela Esperanza, incluso se atreve a lanzar el tiempo de vida que le queda a la población en caso de que no se realice alguna cirugía a ‘corazón abierto’ para salvar las edificaciones que están más amenazadas: “Tres años”, dice. Si es que de manera urgente no se realiza un trabajo serio de restauración, en tres años ya no existirá Cachuela Esperanza, o por lo menos los edificios más emblemáticos que aún quedan y que son la memoria viva del auge de la goma en Bolivia.

“Estamos muy preocupados porque Cachuela es una ciudad que ha aportado mucho al país, que ha tenido gente del exterior desde sus inicios y deberíamos tener como un centro histórico turístico de Bolivia”, ha dicho la alcaldesa, desde su oficina en Guayaramerín.

Cachuela está tan vulnerable que tiene enemigos por todas partes. La última vez que sus habitantes vieron morirse una de sus edificaciones de madera fue una mala tarde del 17 de septiembre, cuando la casa grande, que fue la primera vivienda de don Nicolás Suárez, ubicada en la esquina de la avenida Costanera, se convirtió en cenizas después de un incendio de apenas media hora. Sin bomberos y sin manguera, los pobladores, asustados, hicieron una cadena humana hasta el río Beni, que está a 300 metros, para transportar agua en baldes que no consiguieron atemorizar a las llamas.
“Cachuela puede desaparecer en tres años o en 30 minutos”, dicen unos pescadores de yatoranas que están sentados en uno de los dos restaurantes de Cachuela, que ofrecen comida para los pocos turistas. Una funcionaria municipal desempolva el triste dato de que en el último mes se han registrado 15 visitantes.
“Cachuela puede desaparecer en tres años o en 30 minutos”, insisten ellos, que saben la realidad del pueblo porque ahí se criaron y contemplaron el retroceso de la pequeña urbe. El mismo subalcalde, Guillermo Méndez Vargas, que nació en 1956, recuerda que cuando era niño el pueblo tenía agua, luz eléctrica permanente y edificios imponentes.

Pero él sabe que la Cachuela de sus recuerdos no es ni la sombra de la Cachuela del 2016. Ahora solo hay energía eléctrica desde las siete hasta las nueve de la noche. Pero en Barrio Nuevo, donde fueron llevadas las víctimas de la última inundación, no hay corriente en ningún momento del día, salvo en la casa de aquel vecino que se ha comprado su generador. “Años antes era una época donde cada visitante se enamoraba del lugar”, recuerda, con una nostalgia evidente, el subalcalde, que vive en una casa de madera en la avenida Costanera, donde dicen que fue el club social y donde se reunían para divertirse los poderosos amigos de don Nicolás. Ahora, en esa casa donde vive la primera autoridad de Cachuela, hay una hamaca tendida en una de sus habitaciones y una galería afuera para sentarse a escuchar las cachuelas y a observar la vista mágica del río Beni.

Pero esa magia se rompe cuando uno tiene que observar las ruinas de Cachuela Esperanza. Una de ellas es el hospital de la época de don Nicolás Suárez, un edificio de una planta construido con adobes y galerías anchas a ambos costados de las habitaciones y salones. Es la primera mole que se ve si se llega desde Guayaramerín. El lugar se asemeja a un paciente herido, abatido por varias plagas del mundo. Está inmóvil, descascarado, atormentado por las malezas, con algunas paredes y parte de su techo desplomados. Todo contrasta con los días gloriosos del auge de la goma, cuando en este lugar se realizaban cirugías de avanzada para su época, con médicos que habían cruzado el mar para llegar al pueblo de don Nicolás. “Aquí era la sala de cirugías, allá la de cuidados intensivos, más allá las habitaciones para los internados”. Así narran los habitantes más antiguos del pueblo, los que temen la llegada de una lluvia feroz porque cada vez que el cielo llora, Cachuela se pone de rodillas para no perecer.

A pocos metros hay un letrero que da la bienvenida al pueblo: descuidado y olvidado. Apenas se ven sus letras. Si uno agudiza la mirada por el lado izquierdo, entre los barbechos y los árboles, puede descubrir una mansión –la que fue de don Nicolás Suárez- siendo devorada por la exuberante vegetación, apaciguada y quieta, con sus tejas y sus paredes que apenas se ven y a las que hay que acercarse para entender cómo era el lugar donde moraban el rey de la goma y su familia.

Las comodidades de una casa señorial ya no lo son más. La casona, construida con muros de gruesos adobes, es de dos plantas y tiene varias puertas y ventanas tapiadas, también víctimas de saqueos y de la furia del tiempo.

Este lugar se conoce como Villa Luta, dice Dionisio Huari, tendido en una hamaca con varios agujeros. Se presenta como el cuidante desde 2007, cuando el alcalde lo contrató como custodio para que evite que la gente se robe las puertas y ventanas, lo poco que quedaba de anteriores saqueos.
Ahora ya no hay nada que robar. Lo que queda son las gradas interiores que, aunque crujen, están aún en buen estado, y el piso, que también es de madera, sin lustrar, opaco y sin huellas de pasos recientes. “Aquí era la casa de don Nicolás. Los ladrones no han dejado nada, no hay qué mirar. Solamente las ruinas están para verlas”, dice. Si uno camina sin prisa por la casa vacía, no solo podrá ver las paredes, sino también dos inodoros sucios en dos baños vacíos. Uno de ellos está en lo que fue la suite y otro, al parecer, para el resto de los ocupantes. Caminar por uno de los balcones de la segunda planta es un peligro, porque el piso está inclinado y las maderas podridas. Abajo, dos arcos de cemento, que eran la entrada a la casona, están siendo vencidos por la maleza.

José Luis Durán, director del Archivo Histórico de la Casa Suárez en Guayaramerín, concuerda y dice que todo eso desapareció con el saqueo y que aún se lo sigue haciendo. “El otro día se detectó que había rieles listas para ser embarcadas. Hemos dado parte al encargado municipal. Lamentablemente no hay control y no se resguardan los edificios que quedan”, lamenta.

Durán es el custodio de los documentos que quedan como testimonio de la Casa Suárez. “Hay menos del 50% de los que existía originalmente, el resto se ha extraviado o se ha perdido en la lluvia. La Armada estuvo desde 1960 al cuidado de Cachuela, después de la Reforma Agraria, la Casa Suárez fue confiscada por el Estado y de esa forma todo quedó abandonado: las mansiones con sus utensilios, los pianos, los automóviles, camiones, embarcaciones, la maestranza, que era una de las más completas de Bolivia”. De eso ya no queda nada.
Las paredes de la casa de don Nicolás están firmes, aunque eso no garantiza que el lugar sea eterno. Don Dionisio no es albañil, pero lee la realidad. “Vayan a ver lo que queda del teatro José Manuel Pando. Ya van a ver con lo que se encuentran”, invita.

Hace un siglo aquí se desarrollaban las obras teatrales de elencos traídos de países europeos, conciertos de primer mundo y declamadores. A estos espectáculos, según cuentan con orgullo en Cachuela, se suma el momento épico de cuando en los años 30 del siglo XX, en esa población se proyectó la primera película sonora de Bolivia.
Pero ahora el teatro José Manuel Pando no es ni la sombra de aquello que fue. Está destripado y abatido. De la pared lateral derecha solo quedan escombros en el piso y la izquierda tiene puntales para que no se desplome. Adentro, las graderías están averiadas, uno que otro palo intenta proteger el desplome del techo y el escenario principal está sin telón y envuelto en una cortina de polvo acumulada durante años.

Dicen que la principal culpable de esta catástrofe es la inundación del 2014, que debilitó el cimiento y por eso una de sus paredes se vino abajo. Pero los habitantes sostienen que las aguas solo han dado un pequeño empujón, puesto que fue la falta de mantenimiento la que fue cincelando la estructura hasta convertirla en un cascarón vacío y hueco.
A un costado del teatro está la capilla, donde los vecinos cuentan que se siguen oficiando misas, pero los fieles prefieren oír el sermón desde afuera, por miedo a que el techo o las paredes que ya están enclenques se desplomen.

La iglesia de nuestra Santísima Trinidad fue construida encima de una roca gigante y permanece ahí después de más de un siglo, solo que ahora está enferma, con las paredes de madera inclinadas y con algunas partes del techo perforadas. Adentro, apoyado en el altar, el bolso donde los devotos entregan las limosnas sigue aguardando que los voluntarios depositen las ofrendas. Hace dos semanas tenía solo Bs 3 y el piso crujía, y un viento hacía sonar las calaminas desclavadas de la parte delantera de la capilla.

Desde la capilla se ve la primera casa del rey de la goma que el fuego devoró en septiembre. “Me da pena ver todo esto”, dice Martha Heredia, y observa las calaminas chamuscadas y las cenizas que antes eran paredes. “En ese lugar trabajó mi marido, después de la muerte de don Nicolás, cuando aún existía la Casa Suárez”.

Su marido se llamaba Rodolfo Suárez y empezó a trabajar como barredor y limpiando escritorios, hasta que llegó a ser contador. “Esa tarde del incendio, el fuego se apagó porque Dios quiso”, dice y después mira el río Beni, caudaloso, eternamente musical

Texto y foto: El Deber - Richard Ilimuri Internet

lunes, 17 de octubre de 2016

EL BALA: Indígenas declaran al estrecho lugar sagrado

El secretario general de la comunidad Torewa del Parque Nacional Madidi denunció que hasta la fecha el Gobierno no socializó ni hizo la consulta pública a los indígenas de las zonas afectadas por el proyecto hidroeléctrico.


Comunidades indígenas del Parque Nacional Madidi y otras de la Reserva Biósfera y Territorio Indígena Pilón Lajas declararon al estrecho de El Bala como lugar sagrado y denunciaron que fueron excluidas por el Gobierno del proceso de socialización y consulta pública para la construcción de la anunciada hidroeléctrica.

La información fue proporcionada a ANF por el secretario general de la comunidad Torewa, Domingo Ocampo, quien señaló que 17 comunidades indígenas de mosetenes, tacanas y chimanes decidieron reunirse en el estrecho de El Bala, sobre el río Beni, a 16 kilómetros del municipio de San Buenaventura,  en el norte del departamento de La Paz, para asumir determinaciones ante lo que consideran una “amenaza latente”.

“Nos sentimos lógicamente amenazados, totalmente olvidados, discriminados porque a fin de cuentas se habla con todos menos con nosotros (…). Estamos definiendo las acciones que vamos a tomar y se declara a El Bala lugar sagrado, por tanto no se toca”, aseveró el dirigente indígena.


Según la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE), una vez concluya el estudio a diseño final del proyecto hidroeléctrico de El Bala y El Chepete, se someterá a consulta, sin embargo Ocampo dijo que esta entidad del Estado está desinformando, pues considera que no habría ninguna consulta y que el proceso se limitaría a la socialización.

Texto y foto: ANF Richard Ilimuri Internet

sábado, 15 de octubre de 2016

Los indigenas cerveceros

Un documento de 1923, hallado por los historiadores Ana María Lema y Roger Mamani, revela la relación entre dos labradores y la comercialización de cerveza como una valiosa estrategia de vida.


Es un día de diciembre de 1923, los indígenas labradores Dionisio Quispe y Manuel Ventura compran 36 docenas de botellas de cervezas de la Cervecería Boliviana Nacional (CBN). Tienen el firme propósito de trasladar el producto a la localidad de Viacha, según se estima, con la finalidad de comercializarla durante alguna festividad local. Sin embargo, algo impediría que concreten sus planes. 

Este documento hallado en el Archivo de La Paz fue bautizado por los historiadores Ana María Lema y Roger Mamani como los "indígenas cerveceros”. Ambos se encargaron de elaborar una recapitulación de la historia de la CBN en conmemoración de sus 130 años de existencia.

Cervecería Boliviana Nacional 1886-2016: 130 Años de Historia repasa  diferentes hechos  relacionados a una de las bebidas más emblemáticas del país y el mundo. La demanda de la cerveza que impulsa la conformación de la industria en La Paz, su contribución en el desarrollo económico del país,  su papel como estrategia de vida  y su presencia en las fiestas populares forman parte de la   investigación.

"Este es el primer documento que encontramos sobre la vinculación, tan temprana, de la Cervecería Boliviana  Nacional con un sector popular que está haciendo un negocio, transportando cerveza desde La Paz hasta Viacha en un entorno muy difícil, por las condiciones de las carreteras, para distribuirla”, explica Mamani.

La CBN fundada el 20 de octubre de  1886 como resultado de la fusión de Cervecería Americana, del alemán Alejandro Wolf, y Cervecería Nacional, teniendo como propietarios a  Luis Ernst, Hugo Preuss, Federico Groenewold,  y Eugenio Stohmann, también de nacionalidad alemana.

Labradores vs. impuestos
Al comprar las 36 docenas de cervezas, Quispe y Ventura pagan el impuesto estipulado para la venta de bebidas alcohólicas en La Paz. Emprenden entonces el largo y pesaroso camino hacia Viacha por rutas de tierra y por la cantidad de carga, probablemente ayudados por mulas.

Amarga es su sorpresa, cuando al llegar a Viacha,  el licitador del impuesto de internación a la cerveza del país les dice que su carga es contrabando.  

 "Rosendo Valencia era el cobrador de impuestos de la localidad, él les pide que paguen un nuevo impuesto para la internación de esa cerveza en Viacha (...). Ellos  se identifican como labradores, pero señalan que por necesidad de ganar dinero adquieren la bebida para distribuirla”, detalla Mamani.

Valencia les decomisa la cerveza. Como la inversión de la tal vez única dotación de cerveza para la  celebración en la localidad peligraba, los labradores deciden tomar cartas en el asunto y llegar hasta las últimas consecuencias.

Después de buscar sin éxito al Prefecto, Quispe y Ventura deciden llevar al tal Valencia a los estratos judiciales exigiendo que les restituyan la cerveza. La Corte Suprema de Distrito interviene y ordena que  la carga de bebida sea devuelta a sus propietarios una semana después.

Si las cervezas fueron devueltas o no, es un misterio. El documento finaliza con la determinación de la justicia. El hallazgo de este documento  resultado de  la búsqueda de Mamani, que también es archivista,  abrió una puerta a los historiadores para  observar cómo la cerveza se establece como vínculo entre la empresa y sus consumidores, ello  a través de estos labradores que son  distribuidores.

"Estos labradores son los  ‘proto’ distribuidores que conocemos en la segunda mitad del siglo XX y cuya figura paradigmática es Max Fernández. Esto nos muestra cómo la cerveza se va abriendo camino en el ámbito del consumo popular”, explica Lema.

Para los historiadores, el documento refleja que  la venta o reventa de cerveza en acontecimientos sociales era percibida como una valiosa estrategia económica.

El gusto del pueblo
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la cerveza era consumida por alemanes y por algunos sectores de la élite paceña, pero para la segunda década del siglo pasado ya se  consumía en Viacha, según el documento. Sin embargo,  no se sabe con certeza cuál fue  la primera experiencia de distribución  de esta bebida realizada por indígenas en alguna  localidad.

La ciudad de  La Paz de Quispe y Ventura, de quienes se ignora si nacieron en Viacha, tiene impuestos municipales para la venta de "los alcoholes”, además del gravamen nacional para su consumo. El  vino, champaña,  coñac y, por supuesto , la cerveza importada y la nacional  tenían una carga impositiva. La asignada a  la cerveza estaba en constante ascenso debido a la creciente demanda nacional.

En 1923 el presidente de Bolivia  es Bautista Saavedra, se vive el auge del estaño y son las vísperas del centenario de la República de Bolivia. Años antes (1899) La Paz se convirtió en sede de Gobierno, lo que tuvo implicaciones políticas y económicas. 

La contribución económica de la cerveza se da desde entonces en varios aspectos, como la comercialización  en la que  intervienen cada vez más intermediarios. Los beneficios se distribuyen  no sólo en la CBN, sino entre los involucrados en la   intermediación.

La presencia de  indígenas migrantes del campo en las filas de los obreros de la CBN se observa   años después en registros fotográficos de la década de 1950.

Los insumos de la cerveza que compraron los  labradores eran en su mayoría importados. Para entonces la demanda de producción de la CBN superaba a la producción nacional de cebada, por ejemplo,  que también era adquirida por la compañía cervecera.

Del oro a la cerveza
Pero el ingrediente clave de la cerveza era el agua. "Sospechamos, es una hipótesis,  que la ubicación de la cervecería, donde ha estado desde un principio, no fue casual. Y que se determinó en gran parte por  la presencia de vertientes en la zona, conocida como Challapampa”, comenta Lema.

Fueron esas vertientes, según los historiadores,   las que se utilizaron en la época prehispánica para lavar oro.   En la zona se ubicaba un asiento aurífero  que fue el que  atrajo a los españoles al valle de Chuquiago.

El papel  del agua de vertiente y su pureza fue puesta nuevamente en valor cuando  CBN adquirió la cervecería Unión Huari en 1930,  en Oruro.

"Pasamos del oro a la cerveza (...). Una bebida que pasó  de ser importada a tener un creciente consumo. Ya en 1908, Bolivia exporta 351 litros de cerveza a Europa, una cantidad mínima, pero simbólica para el orgullo boliviano”, concluye Lema.

Texto y foto: Pagina Siete Richard Ilimuri Internet

martes, 11 de octubre de 2016

La masacre de Perón al pueblo pilagá

Prisioneros Pilagá fotografiados junto a un gendarme
En octubre de 1947, transcurridos dos años de la primera presidencia de Perón, la Gendarmería Nacional al mando de Natalio Faverio masacró a no menos de mil indígenas pilagás, y doscientos aún continúan desaparecidos en Rincón Bomba.


Territorio nacional de Formosa en 1947. Dos años después del “día de la lealtad peronista”. Las familias pilagás, tobas y wichis se dirigen caminando a la Compañía El Tabacal en Tartagal (Salta), propiedad del terrateniente oligarca y empresario del azúcar Robustiano Patrón Costas, en busca de trabajo. El gobierno de Perón había establecido un régimen de trabajo esclavo y el patrón no cumplió con el salario prometido. Los indígenas reclamaron y fueron despedidos. Acechados por el hambre y las enfermedades deciden volver con sus familias a su territorio en Las Lomitas (Formosa).
Los temores al “gran malón”, a la “sublevación indígena”, a “los indios revoltosos”, en “actitud de alzamiento” se expresaban en la prensa de la época y en los voceros de la clase política gobernante. Esto generó un clima propicio para la represión. La Gendarmería formó una línea de más de cien hombres armados entre el pueblo y la comunidad. Al acercarse para parlamentar empezó la represión.

El 10 de octubre comienza el otro octubre peronista, la matanza se lleva adelante. Los gendarmes provistos con ametralladoras, carabinas y fusiles avanzaron sobre la comunidad. La cacería por el monte duró tres semanas. Durante las noches los gendarmes encendían bengalas para iluminar un territorio para ellos desconocido. Fue un asunto de Estado. Desde Buenos Aires se enviaron dos aviones de la Fuerza Aérea utilizados para reprimir desde el aire. Esta fuerza lo reconoce como su bautismo de fuego.

Los testimonios de los pueblos originarios se refieren a una masacre, un genocidio. Sus cuerpos fueron arrasados por topadoras y quemados. Las mujeres y las niñas fueron violadas. Los ancianos, fusilados. Muchos fueron perseguidos hasta Paraguay, donde fueron detenidos para ser llevados a las reducciones. En el año 2006 se encuentran veintisiete cuerpos, y un grupo de abogados inicia acciones legales contra el Estado nacional por violaciones a los derechos humanos.

Nadie de Gendarmería fue castigado por la masacre y el genocidio. Santos Costas, quien fue integrante de la fuerza en el momento de los hechos, fue felicitado y ascendido por Orden 2.595 del director de Gendarmería Nacional. Luego abandona la fuerza y se convierte en juez federal en Formosa. Su juzgado tiene la causa de lesa humanidad por los hechos que se le imputan. Uno de los gendarmes espera en su casa mientras la Cámara Federal de Resistencia resuelve su imputación. Por otro lado, los pueblos originarios continúan siendo asesinados y perseguidos. Mientras una delegación de mujeres participó en Rosario denunciando al estado genocida, la Federación Pilagá invita al acto en conmemoración de los 69 años de la masacre.


Texto y foto: Hernan Perriere  Richard Ilimuri Internet

lunes, 10 de octubre de 2016

Como se edita un texto, las cinco reglas de Botsford


Gardner Botsford fue editor de The New Yorker. En este extracto de Life of Privilege, Mostly, expone unas reglas para editar un texto.]

A principios de 1948, la entrega de «Carta desde París» y «Carta desde Londres» se trasladó desde el domingo a un día más civilizado de la semana, y a mí me trasladaron con ella. Otra persona pasó a encargarse de las noches de domingo y empecé a dedicar la mayor parte del tiempo a editar largas piezas factuales: «Perfiles», «Reportajes» y textos de ese tipo. Seguí editando a Flanner y Mollie Panter-Downes –de hecho, a partir de entonces edité todo lo que cualquiera de los dos escribiese para la revista–, y también me asignaron a varios escritores de primera clase del New Yorker, con muchos de los cuales formé alianzas permanentes. Eso implicaba menos tiempo con los escritores de menor calidad con los que había empezado, los Helen Mears y Joseph Wechsberg. Helen Mears era una escritora olvidable; a Joseph Wechsberg lo recordaré siempre. Era un incordio, un Mal Ejemplo y un rito de paso para cada editor junior. Para empezar, era checo y en realidad nunca aprendió inglés. (Aquí hay una observación biológica de Wechsberg que he conservado intacta a lo largo de los años: «Sin los largos hocicos de los abejorros, los pensamientos y el trébol rojo no pueden ser fructificados».) Además, había empezado como escritor de ficción (ahora es más conocido, si es que se le conoce por algo, por algunos relatos que publicó en la revista antes de la guerra) y, cada vez que los datos que necesitaba resultaban elusivos, se los inventaba. Como su escritura estaba desvinculada de la gramática, el vocabulario y la cordura (ver arriba), podía escribir muy deprisa, y no había nadie más prolífico que él. Sandy Vanderbilt siempre decía que había editado más a Wechsberg que yo, y que había editado más a Wechsberg de lo que el propio Wechsberg había escrito, por culpa de una pesadilla recurrente en la que trabajaba en un manuscrito implacable e interminable de Wechsberg que seguía supurando por mucho que Sandy trabajara, pero cuando fuimos a la morgue y sacamos el archivo de Wechsberg, ninguno de los dos podía recordar quién había editado qué, o, para ser más precisos, quién había escrito qué. Lo que nos molestaba era que Wechsberg era inmensamente popular entre los lectores, lo que quería decir que nosotros éramos inmensa, aunque anónimamente, populares entre los lectores. Cuando llegaron algunos editores que eran todavía másjuniors que yo –Bill Knapp, Bill Fain, Bob Gerdy y un par de figuras más transitorias–, les asignaron a Wechsberg y yo quedé libre al fin. No totalmente libre, por supuesto.

Como la revista publicaba cincuenta y dos números al año, la mayoría de los cuales contenía (entonces) al menos dos piezas factuales, era demasiado esperar que los escritores de primera fila pudieran satisfacer esa demanda. Eso abrió la puerta a escritores de segunda línea y yo (como Sandy, Shawn y todos los demás) tenía que echar un
a mano. Era el tipo de trabajo que me llevó a una serie de conclusiones sobre la edición.

Regla general nº 1: Para ser bueno, un texto requiere la inversión de una cantidad determinada de tiempo, por parte del escritor o del editor. Wechsberg era rápido; por eso, sus editores tenían que estar despiertos toda la noche. A Joseph Mitchell le costaba muchísimo tiempo escribir un texto, pero, cuando entregaba, se podía editar en el tiempo que cuesta tomar un café.

Regla general nº 2: Cuanto menos competente sea el escritor, mayores serán sus protestas por la edición. La mejor edición, le parece, es la falta de edición. No se detiene a pensar que ese programa también le gustaría al editor, ya que le permitiría tener una vida más rica y plena y ver más a sus hijos. Pero no duraría mucho tiempo en nómina, y tampoco el escritor. Los buenos escritores se apoyan en los editores; no se les ocurriría publicar algo que nadie ha leído. Los malos escritores hablan del inviolable ritmo de su prosa.

Regla general nº 3: Puedes identificar a un mal escritor antes de haber visto una palabra que haya escrito si utiliza la expresión «nosotros, los escritores».       

Regla general nº 4: Al editar, la primera lectura de un manuscrito es la más importante. En la segunda lectura, los pasajes pantanosos que viste en la primera parecerán más firmes y menos tediosos, y en la cuarta o quinta lectura te parecerán perfectos. Eso es porque ahora estás en armonía con el escritor, no con el lector. Pero el lector, que solo leerá el texto una vez, lo juzgará tan pantanoso y aburrido como tú en la primera lectura. En resumen, si te parece que algo está mal en la primera lectura, está mal, y lo que se necesita es un cambio, no una segunda lectura.

Regla general nº 5: Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. La buena edición ha salvado la mala escritura con más frecuencia de lo que la mala edición ha dañado la buena escritura. Eso se debe a que un mal editor no conservará su trabajo mucho tiempo, mientras que un mal escritor puede continuar para siempre, y lo hará. La buena escritura existe al margen de la ayuda de cualquier editor. Por eso un buen editor es un mecánico, o un artesano, mientras que un buen escritor es un artista.

Texto y foto: Daniel Gascon - Richard Ilimuri

miércoles, 5 de octubre de 2016

El creador del Wall-E boliviano, esta en Washington

Es el primer compatriota invitado a
"Ideas para mejorar vidas” (Demand Solutions en inglés),
 evento global que se desarrolla en Washington, 
Esteban Quispe (18), el creador del Wall-E boliviano, es el primer compatriota en ser invitado a "Ideas para mejorar vidas” (Demand Solutions en inglés), evento global que se desarrolla en Washington, que es organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que reúne a algunas de las mentes más creativas del mundo para discutir y compartir soluciones innovadoras para los retos del desarrollo.

"El ser el primer boliviano en esta conferencia es algo maravilloso para mí, estoy muy agradecido y me impulsa a seguir adelante. Yo quiero ayudar a más personas de nuestro país, en temas de agricultura y tecnología”, sostuvo Quispe en contacto con ANF desde Washington, donde fue invitado por el BID en representación del país.

Demand Solutions es un evento que el BID organiza desde 2013 y tiene por objeto reunir a las mentes más innovadoras del mundo y a los emprendedores más prometedores de las industrias creativas de la región. El grupo selecto de invitados, durante los próximos días en la sede del BID, presentará sus ideas sobre cómo mejorar vidas.

Entre esas mentes se encuentra la del creador del Wall-E boliviano, más conocido como el "genio de Patacamaya”, ya que es oriundo de ese municipio rural del altiplano boliviano.

"Wally es el número 20 de mis inventos, actualmente existen 22". De esa manera recordó que su primer invento fue realizado con ayuda de su padre, se trataba de un automóvil que tenía luces, gracias a la conexión de un interruptor portátil. Inventó este artefacto porque, según contó, nunca tuvo dinero para comparar un carrito de juguete.

"Luego fui viendo las necesidades de mi padre y de mi madre, para poder colaborarlos en la agricultura y otras cosas, por eso fueron naciendo mis inventos”, relató.

Pero el robot Wall-E, similar al personaje de Disney del mismo nombre, es uno de sus inventos más queridos, como él dice entre risas. "Todos lo quieren al Wall-E”, el robot es capaz de desplazarse, evitar obstáculos y mover los brazos, cuenta.

La creatividad del joven no ha tenido más límites que los económicos, pero él ha sabido sacar adelante sus iniciativas con material reciclable y todo lo que encontró en su camino.

"En el colegio no se me ha colaborado, ha sido algo empírico, para la educación en Bolivia hace mucha falta que se incentive en la investigación, en todas las áreas”, agregó Quispe, quien gracias a su talento, ha sido becado en la Universidad Católica Boliviana (UCB) para estudiar la carrera de ingeniería mecatrónica. A sus 18 años de edad ya cursa el segundo semestre.

Pero no solo eso, este inventor aymara y de padres agricultores del altiplano boliviano, con recursos propios visita municipios rurales para dar charlas a estudiantes de secundaria y primaria. "He estado dando charlas en áreas rurales, con el poco dinero que tenía, tratar de compartir el conocimiento", cuenta.

El joven boliviano tiene muchos proyectos, pero el dinero sigue siendo un obstáculo para hacerlos realidad, pese a ello tiene planeado crear el "Premio Esteban”, el mismo que por el momento cuenta con Bs 1.000 de fondos, recaudados en las charlas que Quispe ha estado dando.

"El 'Premio Esteban' va a ayudar a descubrir más jóvenes y niños que tienen capacidad en la ciencia y la tecnología. En noviembre estoy lanzando el premio, que es parte de la Fundación que voy a crear, 'Fundación Ciencia Tecnológica Indígena´ y ahora estoy buscando financiamiento y en caso que no se consiga, se va a llevar adelante con casi mil dólares que tengo ahorrados”, comentó.


Quispe arribó a la capital norteamericana el pasado 2 de octubre y fue recibido por el representante de Bolivia ante el BID, Hernando Larrazabal.


Texto y foto: Pagina Siete Internet

sábado, 1 de octubre de 2016

Cuando el Mariscal Andrés de Santa Cruz, gobernó el país desde Irupana


Dicen que, hasta antes de la llamada Guerra Federal (1899), la silla presidencial era, en realidad, la de la montura de un caballo: El primer mandatario del país gobernaba Bolivia desde el lugar donde se encontraba. Es así que el Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana ejerció su mandato desde Irupana, el 9 de mayo de 1830.

El 24 de abril de 1830, el también designado “Mariscal de Zepita”, salió de la ciudad de La Paz rumbo a Chuquisaca, pero lo hizo a través de la vía que atravesaba Yungas, Inquisivi y el departamento de Cochabamba. Según el libro Monografía de Los Yungas, de José Agustín Morales, lo hizo con el objetivo de cerciorarse personalmente de las muchas necesidades de los pueblos transandinos.

Es así que, el 9 de mayo de 1830, tras llegar a Irupana, ordenó a la Prefectura del departamento de La Paz enviar vacuna fresca contra la viruela, además de un médico practicante para que la suministre a los niños y jóvenes que eran las principales víctimas de la enfermedad. Así también instruyó a los curas de la zona que propaguen la noticia de este beneficio durante sus sermones, con el objetivo de que la gente acuda para recibir la inmunización.

Santa Cruz y Calahumana debió de cerciorarse del mal estado de los servicios educativos de la región yungueña, tanto que en el mismo Irupana dispuso la creación de un impuesto destinado al sostenimiento de escuelas de la misma Irupana, Chulumani, Coripata, Coroico, Chirca y Pacallo. Gravó con un tributo de 4 reales sobre cada quintal de harina de trigo, 2 reales al de maíz y 2 reales de cabeza de ganado faenado para el consumo.

Si el tema de los caminos de la región yungueña es un problema ahora, imagine lo que pasaba hace casi 200 años. El Presidente ordenó la apertura de un camino entre Unduavi y Coroico, además de la refacción del de Yanacachi. Encomendó el primero de ellos al ciudadano Bernardo Gonzáles y el segundo al corregidor Eugenio de Montufar. Para cubrir el costo de ambos trabajos autorizó que ambos cobren para sí el impuesto de peaje por un tiempo de dos años.

El Mariscal de Zepita pasó luego a Cochabamba, donde permaneció un mes antes de llegar a Chuquisaca. A su arribo promulgó, el 6 de julio de 1830, el decreto que marcó el nacimiento de la que sería luego la Sociedad de Propietarios de Yungas, la organización que manejó los destinos de la región yungueña hasta 1953, cuando se decreta la Reforma Agraria.

Esta organización reunía a todos los propietarios de las haciendas de la región yungueña, era el verdadero poder local, tanto en lo político como en lo económico. La Sociedad administraba la mayor parte del impuesto que se cobraba a la coca que salía de la zona, el que era destinado principalmente a la apertura y mantenimiento de los caminos, aunque luego pasó a la atención de servicios tales como la salud y el agua potable.

La familia del Primer Mandatario era también propietaria de una hacienda cocalera en lo que hoy se llama Coroico Viejo, en el municipio de Coroico. Es decir, formaba también parte de la Sociedad de Propietarios de Yungas.
Unir Perú y Bolivia

Andrés de Santa Cruz y Calahumana fue presidente de Bolivia entre 1829 y 1839, dos años antes de alcanzar la primera magistratura del país, fue también presidente de la Junta de Gobierno del Perú. Su proyecto político más importante fue la consolidación de la Confederación Perú-Boliviana, con la que intentó unir a los dos países, como en las épocas en que ambos territorios eran parte del Virreinato de Lima, durante la colonización española.

Nacido en la ciudad de La Paz, el 5 de diciembre de 1792, hijo del criollo peruano José de Santa Cruz y Villavicencio y de Juana Basilia Calahumana, de una rica familia mestiza, descendiente de los incas, que tenían para sí el cacicazgo de Huarina, a orillas del Lago Titicaca.

Una de las apuestas de su gobierno fue el de la educación, además del establecimiento de escuelas, fundó la universidades Mayor de San Andrés, de la ciudad de La Paz, y la San Simón, de Cochabamba.

Viajó por todos los rincones del país, con el objetivo de enterarse personalmente de las necesidades regionales y locales, pese a las dificultades que –mucho más entonces- tenía Bolivia para unir sus distintas latitudes. Es así que estuvo en lugares tan distintos como el puerto de Cobija, en el Océano Pacífico, o la frontera con Argentina. Podemos imaginarlo con su caballo por los difíciles caminos de herradura de la región yungueña, al mando de toda su comitiva.

Texto y foto:  Guimer Zambrana - Richard Ilimuri - Internet

Fiebre del oro en Bolivia, tres historias que narran un problema


Un  hombre revisa su lavadero
Territorios en los municipios de Guanay y Teoponte, al norte de la Paz, desatan enfrentamientos entre grupos de comunarios y mineros. Mientras esto ocurre, los ríos y arroyos de la Amazonía Boliviana son afectadas por el excesivo vertimiento de mercurio.


Hace 15 años Pedro Espinoza, ex minero, decidió dejar atrás la minería del oro y mudarse a vivir en medio de un bosque en la zona de Lliquimuni, a orillas del río Kaka, norte del departamento de La Paz. Era el año 2001, Pedro tenía entonces 60 años y llegaba con las esperanzas puestas en su nueva vida en armonía con el bosque, alejado de las dragas, los jefes y el mercurio. Su plan era dedicarse a la agricultura, criar pollos, algunas vacas y sembrar árboles frutales a modo de subsistencia.

recuerda cómo era su vida antes de llegar a Lliquimuni ¿Cómo era la minería del oro antes?
─Yo comencé a trabajar en minería en 1980, antes trabajaba en las minas del municipio de Tipuani. Entonces la explotación era rústica, primero trabajábamos con cuadros (explotación de una porción del río). Después en el 82 se comenzó a trabajar con mecanización (palas retroexcavadoras y vibradores). Ahora es más con azogue (mercurio) que permite recuperar el polvo de oro.
¿Y qué pasa con el mercurio que usan?
─Eso lamentablemente luego se lo echa al agua y es dañino.
El ex minero no imaginó que tendría que lidiar con el mismo problema en su nuevo hogar. ¿Y cómo está afectando a la zona?
─Antes en estos tiempos en este río (Kaka) había una gran cantidad de peces, pescaba sábalos, surubís y bagre ahora no. Yo tengo mis mallas y ya no estoy sacando nada. Se lamenta.

La crisis económica mundial de 2008 generó una nueva fiebre por la minería aurífera en los países amazónicos. Esto ocasionó una subida del precio del oro, un crecimiento de la demanda global y un incremento de la minería en la Amazonia Boliviana. 

Mercurio un enemigo que necesita ser estudiado
El mercurio es utilizado para aumentar la recuperación del oro, el mismo se une al metal formando una amalgama pesada que hace posible la recolección de las pequeñas partículas de oro en el agua. Cuando el mercurio utilizado en el proceso es derramado en las aguas se transforma en metilmercurio, un compuesto altamente tóxico que es asimilado por las poblaciones de peces.
Al consumir peces u otros alimentos contaminados por metilmercurio este ingresa fácilmente en la corriente sanguínea y pasa rápidamente a otras partes del cuerpo (cerca del 95 % es absorbido). Si este metilmercurio ingresa en la sangre de una mujer embarazada se trasladará fácilmente a la sangre del niño en desarrollo y de allí hacia su cerebro y otros tejidos, produciendo daños en el sistema nervioso del feto.


Según el último reporte del Global Mercury Assessment publicado en el 2013 y elaborado para el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en Bolivia se habrían derramado 55 toneladas de mercurio en las aguas y suelos el año 2012. Este mismo reporte ha definido al mercurio como “una amenaza global para la salud humana y ambiental”.
Las cifras del PNUMA también afirman que en Bolivia se habría emitido y descargado alrededor de 100 toneladas al año de mercurio ambientalmente contaminante, de un total mundial de 1707 toneladas en 2010 o de 1607 en 2011. Esto significa que Bolivia es responsable del 6 % de todo el mercurio arrojado antropogénicamente al medio ambiente y por causa de la minería del oro.
Ricardo Calla Ortega, sociólogo y antropólogo boliviano, señaló en una publicación para el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) que la única referencia nombrada sobre los impactos ambientales del mercurio en la Amazonia Boliviana ha sido realizada el año 1992 por el doctorado en química Justo P. Zapata y un equipo multidisciplinario de 13 especialistas en la Región de Nueva Esperanza, Araras, del departamento de Pando. El estudio concluyó entonces que, la contaminación mercurial está afectando a la población piscícola y, probablemente, también a la población humana que se alimenta de peces […] específicamente, la carne de pescado para consumo humano debería tener menos de 200 partículas por billón (ppb) de mercurio (según normas de la OMS), […] valores que están por debajo de los promedios de 575 ppb y 799 ppb obtenidos en las dos épocas (seca y de lluvias) de realización de este estudio”.
El Estudio marca además, que se encontraron valores mucho más  elevados de mercurio “en el Pacú (Colossoma macropomun) y el Surubí (Pseudoplastystoma fasciatum), colectados en el municipio de Trinidad, sobre el río Mamoré, Departamento del Beni, de 2.185 y 2.109 ppb, respectivamente”. Ninguna otra investigación en profundidad se ha realizado desde entonces sobre el oro y el mercurio en ninguna de las zonas o sub áreas de la Amazonia Boliviana.
 “La hipótesis de que la contaminación piscícola en la subregión podría haber empeorado a raíz del más reciente auge internacional de los precios del oro es plausible y una investigación seria es de urgencia”, señala Calla Ortega.

Minería una amenaza para la Reserva de la Biósfera Pilón Lajas
Dejamos atrás Lliquimuni. Navegamos ahora a través del río Kaka y nos aproximarnos a las aguas del río Beni. En Bolivia la denominada “ruta del oro” se extiende por unos 350 kilómetros, comienza en la región de los Yungas y se extiende hacia los municipios del trópico paceño de Tipuani, Guanay y Teoponte. Llegamos finalmente al imponente Cañón de El Beo, “ya estamos en el territorio de la Reserva de la Biósfera Pilón Lajas”, nos comenta Herminio Vies, quien era entonces uno de los guardaparques de esta reserva natural. 
Herminio Vies pertenece al pueblo indígena Tsimane, mas conocido como “Mindo”, es nacido en la comunidad Asunción del Quiquibey, una comunidad indígena del pueblo Tsimane que se encuentra en la Reserva de la Biósfera y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas, a orillas del río Quiquibey. Allí de pequeño sus padres le inculcaron el respeto y valor por la naturaleza, lo que se convirtió en una de sus motivaciones para convertirse en guardaparques. “Ser guarda parques no es nada fácil, a veces en los patrullajes nos enfrentamos a situaciones de riesgo, como encuentros con infractores (cazadores furtivos y madereros ilegales) que están armados”, comenta Vies.

Delante de nosotros observamos dos botes y un motor en medio del río. “Cuidado parecen mineros ilegales”, grita Hermindo. En el otro extremo del bote Gabriel Buchapi, el jefe del equipo de protección de guardaparques de la Reserva nos recomienda esperar un rato antes de descender, “uno nunca sabe con quienes se puede topar”, nos alerta. De repente un hombre se aproxima nervioso hacia nosotros, mientras otro lo espera a unos pocos metros junto a una mujer y un niño. 
─Están dentro del territorio de la Reserva de la Biósfera Pilón Lajas, es un área protegida de Bolivia. Ustedes no pueden buscar oro aquí, les dice Gabriel Buchapi a los mineros.
─ También somos bolivianos y tenemos derecho al trabajo, los otros compañeros de la comunidad están lavando oro más arriba del río. Por eso nos vinimos aquí, si es necesario sacar algún permiso lo vamos a solicitar a las oficinas del Parque ─responde el minero.
─ No se lo van a dar señor, esta es un área protegida además es la zona de protección estricta de la reserva, allá en frente nuestro tenemos también otra área protegida, el Parque Madidi. ¡Ustedes están cometiendo una infracción! ¿Por qué mejor no buscan oro en otro lugar? ─ responde un tanto molesto Buchapi.
─Está bien, nos vamos a retirar ─dice el minero sin generar mayor discusión.
Mientras eso ocurre, Román Michó, otro de los guardaparques que nos acompaña, anota sus nombres en una libreta para sentar la denuncia por infracción al Reglamento General de Áreas Protegidas.

Henry Apuri y la defensa de su territorio
Henry Apuri es de origen Leco, una de las 36 etnias indígenas que reconoce la Constitución Boliviana. Él mismo se autodenomina como “el indio caminante del cielo”. Sus últimos días no han sido los mejores, Henry y su familia están enfrentados con la cooperativa Unión Teoponte, que opera en el municipio de Teoponte, en La Paz.
“Antes los huecos estaban a 400 metros sobre la orilla del río y no me afectaban, pero ahora están a escasos 20 metros de mi casa, son como 50 a 60 personas que están desmontando árboles y han abierto un enorme cráter detrás de mi inmueble, y su forma de trabajar es en base al amedrentamiento. Esta cooperativa no tiene ficha ambiental ni documentos legales y siguen operando ilícitamente”, señala Apuri, quien teme un enfrentamiento.

FERRECO
Según la Federación Regional de Cooperativas Mineras Auríferas, en Bolivia existen 1700 cooperativas mineras de las cuales el 65, alrededor de 1100, se dedican a la explotación del oro. El 35 restante extrae otros minerales como el estaño, el wólfram, la plata, el plomo y el antimonio en las regiones de Potosí, Oruro y Cochabamba. De las 1100 que se dedican a la explotación de oro, el 91 (1.00) opera en los municipios del norte del departamento de La Paz, convirtiéndose en el principal productor de este metal en el país con ingresos que bordean los 5,1 millones de dólares, según el Servicio Nacional de Información sobre Comercialización y Exportaciones Mineras (SENACOM). El año 2014 la producción nacional batió un récord, llegando a las 34 toneladas, según el Servicio Nacional de Registro y Control de la Comercialización de Minerales y Metales (SENARECOM).
En el estudio “las rutas del oro ilegal” de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (que analiza cinco casos en la Amazonía) determina que la nueva Ley de Minería N°535 de Bolivia, promulgada el 28 de mayo de 2014, si bien define la explotación y comercialización ilegal de recursos minerales como aquella que se “realizare sin contar con la autorización o derecho otorgado […]”—actividades sujetas a sanciones que incluyen la detención, incautación y/o destrucción de la maquinaría empleada, e inicio de acciones penales—, existen otras disposiciones que alientan la toma y posesión ilegal de predios con fines de explotación minera.
Esto se observa en el artículo 128 de la mencionada norma donde entre los requisitos para obtener licencia de prospección y exploración están el contar con personalidad jurídica o únicamente el certificado de tramitación de la misma.
¿Acaso es un delito defender la flora y fauna? ¿Acaso es un delito querer regresar a la tierra que nos vio nacer? Al parecer sí, es un delito para aquellos que ven tu regreso como amenaza e impedimento para poder saciar su sed de ambición”, comenta Mabel Poma, esposa de Henry Apuri, mientras indica que su esposo se ha convertido en un obstáculo para los mineros del oro en Teoponte.
En el mes de julio recibí la noticia que la propiedad de Pedro Espinoza en Lliquimuni fue avasallada por mineros quienes ingresaron con maquinaria pesada y comenzaron a desmontar los bosques que él estuvo cuidando los últimos 15 años.
El dolor de Pedro ahora es moral, y siente bronca y desazón por los efectos que le está ocasionando la fiebre del oro.

Texto y foto: Internet -Richard Ilimuri