jueves, 29 de septiembre de 2016

Esos chóferes que manejaron nuestros destinos por los caminos de la muerte

El sector de Transportistas Irupana
 era muy reconocido por su aporte
al desarrollo de la población. 
Un camión Chevrolet habría sido el primer motorizado que prestó servicio de transporte a lo yungas, específicamente a Irupana, desde el año 1939. Su conductor fue el egipcio Gabriel Estrugo (padre), quien había llegado a Bolivia cuando tenía siete años.


Esta carretera la construyeron prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco en la década de 1930. Es una de las pocas rutas que conectan la selva amazónica del norte del país, con la urbe Paceña.

El Camino a los Yungas, también conocido como Camino de la Muerte, es un camino de 64 km de extensión, que une La Paz y Coroico, 56 km al noreste de La Paz en la región de Yungas de Bolivia.
Debido a sus pendientes pronunciadas, con un ancho de un sólo carril (3 metros en algunos lugares), y la falta de guardarraíles, este camino se torna extremadamente peligroso.

Y es que los Estrugo son una de las familias más tradicionales del transporte yungueño. El padre del grupo familiar, Samuel, llegó a Bolivia junto a sus dos hijos: Gabriel y Alberto, cuando éstos eran aún niños se asentó en Chulumani, donde tenía una tienda de telas y otros enseres.

Los camiones de Irupana hacían
tres viajes a la semana.
Los Estrugo compraron un camión con el que trasladaba mercadería desde la ciudad de La Paz. Gabriel se animó a entrar más seguido, y luego formó familia en Irupana, donde tuvo tres hijos: Gabriel, Samuel y Carlos. “Soy chófer de nacimiento”, dice Samuel, el único que queda con vida de la prole. Él no recuerda en qué momento comenzó a manejar, porque desde que nació siempre estaba en la cabina de alguno de los camiones de su padre. 

Recuerda a su hermano menor, Carlos, a la hora del desayuno, jugando a que los platillos y paneros de la mesa eran volantes. Por el contrario, Ricardo Reguerín otro irupaneño de sepa aprendió a manejar cuando tenía 29 a 30 años. Su hermano había comprado un camión precisamente de los Estrugo y le había pedido que él viaje como administrador. Él veía cómo manejaba el chófer y en algunos lugares le pedía que le dé el volante, hasta que un día faltó el conductor 'y me anime a meter el carro hasta Irupana'. Recuerda desde entonces no volvió a salir de la cabina.

Ambos conocen cada piedra del camino La Paz – Irupana - La Paz y claro que notan mejorías. “Antes había que retroceder a cada rato para dar paso, ahora prácticamente no se retrocede”, compara Samuel. Sin duda, pertenecen a una época en la que el transporte a Yungas era otra 'cosa'; Había más camiones que buses sólo funcionaba Flota Yungueña, los transportistas no eran muchos, los caminos eran peores, aunque también había menos accidentes.

Los camiones de Irupana hacían tres viajes a la semana. Salían los lunes a La Paz, retornaban el martes, el miércoles volvían a salir y el jueves ingresaban, mientras que salían el viernes y el sábado nuevamente a Irupana. Los domingos por la mañana Churiaca era el lavadero de los motorizados, donde además los engrasaban para volver a comenzar la semana.

Es que había mucha carga para los vehículos 'Transportaban naranjas, mandarinas, café, tambores de coca, madera de Santa Ana y San Juan Mayo, mangos de La Plazuela y carbón de varios lugares bajos. El bus de Flota Yungueña ingresaba y salía todos los días, con excepción de los sábados, cuando 'la góndola que llegaba a Irupana los viernes hacía servicio de ida y vuelta a Chulumani'.

'Subir La Cumbre era todo un desafío para los camiones repletos de carga, especialmente en el sector de Los Culines, os vehículos llevaban tal peso y la gradiente era tan extrema, que pedían a los pasajeros más jóvenes se trepen a los parachoques para hacer contrapeso y evitar que los motorizados se sienten. El ayudante estaba obligado a ir en la pisadera con la cuña en la mano para que el motorizado no se vaya para atrás'.

Entre los choferes de la época se puede nombrar a los tres hermanos Estrugo, Ricardo Reguerín, Joaquín Lizón, Franz García, Alberto Bustillos, Yarko y Francisco Soukup, los hermanos Tito, Aldo, Luis y Rodrigo García, Enrique Pacheco, Jorge Archondo, Carlos Cuadros, René Pinto, Jaime Amador, “Chicho” Molina, Agustín “Chicaco”, “Abuelo” Machicado, Hugo “Rubio” Archondo, “Gringo” Velarde, los Navarro, de La Plazuela, Julio Franco, Juan Cerezo, Mario Manrriquez y Gabriel “Joc’ollo” Mercado.

El sector de Transportistas Irupana era muy reconocido por su aporte al desarrollo de la población. Ellos han transportado de forma gratuita casi toda la piedra con la que, hasta hace poco, estaban empedradas las calles del centro poblado. Fueron también ellos quienes trasladaron los adoquines que cubren las dos avenidas principales. Recuerdan con nostalgia

Los choferes estaban tan organizados que hasta tenían, como sector, su danza en la festividad del 5 de agosto. Samuel recuerda que al inicio bailaban diablada, aunque luego incursionaron en los Caporales. Hasta los ayudantes tenían su comparsa de tundiquis, encabezados por el “Roso”: “Los ayudante venimos, los ayudantes venimos en busca de una negrita…”. cantaban

Y de la alegría al dolor: Tampoco faltaron los accidentes en las siempre peligrosas carreteras yungueñas. Ricardo Reguerín recuerda que, en una ocasión, se le cayó un pasajero. El mismo había fallecido a causa del hecho, razón por la que tuvo que lidiar un largo proceso judicial en el que probó que no tenía la culpa.

Samuel Estrugo se embarrancó en Chajro. Estaban arreglando el puente y había que bajar hasta el río para cruzarlo el mismo. Fue en la subida que el camino provisional se hundió y el camión dio dos volteos. Resultó parado a orillas del afluente. Murió una persona que saltó en el intento por salvarse. El resto de los pasajeros estaba tan bien que hasta ayudó a cargar nuevamente el motorizado, que continuó viaje a la ciudad de La Paz. “Pero no podemos quejarnos, se ganaba bien”, concluye 
uno de ellos. 

Alguna buena razón tiene que haber para manejar por los siempre riesgosos caminos de la región yungueña

Texto y foto: Guimer Zambrana - Richard Ilimuri

martes, 27 de septiembre de 2016

Pueblos Originarios no contactados gritan y alertan a petrolera

Pueblos no contactados en la amazonia
Gritos desde la profundidad de la selva amazónica, de indígenas supuestamente no contactados de un pueblo en situación de aislamiento voluntario, dieron la luz roja sobre su presencia a los técnicos de la compañía china BGP, encargada de ejecutar tareas de exploración sísmica en busca de hidrocarburos en la Cuenca Madre de Dios, y esa situación los obligó a reubicar sus equipos de topografía.

El ultimo registro era en década de los 70 nunca se tuvo un contacto formal, ahora si.
según Manuel Duri, capitán grande del pueblo Tacana de Pando en la comunidad Sinaí. Donde viven aproximadamente 60 familias, estamos mesclados con los hermanos Cavineños y Pacahuaras, pero hemos encontrado evidencias sobre el río pacahuara y río Negro (a los Toromonas) ya hay evidencias (le vimos) el rostro y falta poco para que nosotros adentremos, para relacionarnos, conversar, dialogar, lo que falta son recursos para podernos movilizar, estabilizar (la amistad) para si mismo conversar y poder sacar algunas fotografías, y para que ellos se vinculen con nosotros, son pacíficos pero de tendencia guerrera, es lo que decía en una entrevista con Bolivia Retrospectiva el año 2013.

ANF accedió a reportes de la Central de Comunidades Indígenas Tacana II Río Madre de Dios (Citrmd), la empresa PBG Bolivia SRL y la petrolera estatal YPFB -fechados entre el 12 y 19 de septiembre- y en dichos documentos se informa sobre las primeras señales acerca de la presencia de presuntos indígenas no contactados en la zona del Proyecto Adquisición Sísmica 2D de la Cuenca Madre de Dios del Área Nueva Esperanza. Se asegura que se dieron con huellas de personas, ramas rotas, senderos abiertos y restos de alimentos.

En uno de esos documentos, el gerente del proyecto, Yu Fegbo, y el jefe de Brigada de PGB, Alfredo Salvador -en una carta dirigida al gerente del proyecto Sísmica 2D de YPFB Corporación, Iván Zeballos, que lleva la referencia: "Contacto con miembros de pueblos indígenas originarios en la línea 11031"- describe que el grupo de trabajo identificado como Topografía 10 reportó sobre la presencia de posibles miembros de pueblos indígenas originarios que se manifestaron con gritos y voces.

Comunidades, en alerta
La Central de Comunidades Indígenas Tacana II Río Madre de Dios (Citrmd) alertó a varias autoridades que en la Amazonia boliviana existen indicios de la presencia de un pueblo indígena no contactado, que estaría amenazado por las tareas de exploración sísmica que se realizan.

Dirigentes del Territorio Comunitario de Origen (TCO) Tacana II hicieron conocer a los viceministerios de Justicia, Tierra y Medio ambiente, además de la Defensoría del Pueblo, sobre el alto riesgo que significa continuar con las tareas de exploración sísmica a cargo de la compañía china BGP.

CONTACTO
Nunca se tubo un contacto formal, y actualmente se teme que estén al borde de quedar exterminados, hoy en día un grupo de colonizadores denominaron Toromona a su comunidad, es posible que exista confusión entre estos y él grupo étnico, ya que algunos piensan que los colonos son en realidad  indígenas que dejaron atrás sus usos y costumbres incluso se sabe que muchos colonos sacan ventajas sobre esta confusión.

También hay  investigadores que confunden a los Toromonas con algunos grupos de indígenas Esse Ejjas, que viven en la frontera con el Perú o con los Araonas que se asientan en el río  Manupare, pero lo mas probable es que los Toromonas hayan sido exterminados  o que los últimos sobrevivientes de este grupo étnico hayan muerto en su intento de escapar de los invasores de su territorio.

En los años 80 del siglo XX, un noruego de nombre Lars Hafskjold, de profesión  agrónomo e investigador intento contactarse explorando la selva amazónica, de él, se sabe que nunca mas regresó, presumiblemente murió por alguna enfermedad de la selva. O que se lo comieron los indígenas en cuanto hubiese hecho contacto con ellos.


Texto y foto: ANF-Richard Ilimuri Internet

lunes, 26 de septiembre de 2016

Jesuco el afroboliviano dios de la saya


Jesuco Pedreros fue el caporal
 de la Saya Gran Poder de
Chicaloma durante 37 años.
Jesús. Sus padres lo bautizaron con ese nombre sin imaginar que su primogénito bailaría la saya como un Dios. Negra su piel, blanco su atuendo. Era el contraste que necesitaba para mostrar cómo cada uno de sus músculos se movía de manera autónoma apenas el golpe de las cajas comenzaba a tejer el ritmo de los afros de Bolivia.


La ceremonia comenzaba apenas levantaba el látigo y soplaba el silbato. Desde ese momento sus pies eran la vara que dirigía aquel concierto digno de cualquier selva africana. Era entonces que sus músculos cobraban autonomía, Cada uno se movía como quería, pero sin abandonar el ritmo impuesto por el retumbar de las cajas.

Nadie se atrevía a interrumpir aquel ritual. Su cabeza, sus hombros, el abdomen, piernas, rodillas, brazos… Era el alma que quería manifestar su amartelo por la tierra lejana de donde fue cruelmente arrancada.
Jesuco Pedreros fue el caporal de la Saya Gran Poder de Chicaloma durante 37 años. Hasta el momento de su llegada, el héroe afroboliviano de la Guerra del Chaco, Pedro Andaveris, había tenido ese privilegio. Los viejos integrantes de la agrupación se dieron cuenta de sus virtudes apenas éste se sumó a la agrupación. Don Pedro era un buen golpeador de cajas, razón por la que le cedió satisfecho el lugar de caporal. Es más, fue Andaveris quien le explicó su nueva función dentro del grupo.

La tarea del caporal en la antigua saya de Chicaloma no se limitaba a ser el centro de atención de los espectadores. Su actuación era fundamental para marcar el ritmo de la orquesta. Esa tarea era compartida con el ganghingo -la caja más pequeña- y la coancha o rejereje.

Jesuco llegó a la saya junto a su amigo, el ganghinguero Celso Jáuregui, en 1958. Los dos jóvenes se encargaban de marcar el ritmo para los experimentados golpeadores de la saya. Mientras Pedreros le ponía forma física al ritmo de la saya, Jáuregui tenía la misión de acercarse al percusionista que estaba fallando para darle sonido e introducirlo al pentagrama.

La ejecución de la saya es bastante compleja. Cada una de las cajas es golpeada en diferentes tiempos, los que unidos tejen el ritmo con el que bailan los afros asentados en Bolivia.

Los jóvenes de Chicaloma han heredado esa habilidad, pero los viejos extrañan la época en que se escuchaba como una verdadera orquesta. La falta de un buen tambor mayor, un ganghinguero y la ausencia de Jesuco Pedreros como caporal son vacíos difíciles de llenar.

Las voces agudas de las mujeres contrastaban con el sonido sordo que emiten las cajas al ser golpeadas. Ruth Jáuregui, una de las dos gemelas que integraban el grupo, dice que era el caporal quien les trasmitía entusiasmo y ganas de moverse.

Jesuco resistió al proceso de cambio generacional que vivió la Saya Gran Poder, pues era imposible encontrar alguien que baile mejor que él. Paseó su danza por diferentes escenarios del país: Estuvo en las famosas entradas folclóricas de Oruro y Urkupiña, además de haber visitado casi todas las festividades de las poblaciones de la región yungueña.

Tenía más de 60 años, pero su cuerpo parecía ignorar el paso del tiempo. Continuaba moviendo sus músculos con la autonomía y agilidad de siempre. Jesuco bailaba con los ojos abiertos, pero no miraba a ninguna parte. Era tal su grado de concentración que parecía fuera de sí.

Mas su corazón estaba cansado de latir al ritmo que le imponían las cajas. Tuvo un infarto en abril de 1995 que lo alejó de la saya y de la vida. Al fin y al cabo, para él ambas eran lo mismo.

Su sobrino Rolando Pedreros heredó los cascabeles de su tío, es el nuevo caporal de la Saya, aunque reconoce que está muy lejos de acercarse siquiera a la calidad con la que danzaba Jesuco.

'Nunca voy a hacerlo como lo hacía mi tío, nunca lo van hacer igual, él bailaba con calidad y talento, lo hago pero no igual ni mejor. Yo tengo más cantidad que calidad'.

'Él le ponía más emoción con ese talento que tenía en su movimiento, en las figuras que demostraba cuando bailaba, sus inclinaciones, su forma de bailar, algo hemos rescatado, pero no todo'.

Si existe el más allá, Jesuco debe seguir bailando la saya. Ángel Pérez, Pedro Andaveris y Apolinar Medina, entre otros, debieron estar esperándolo para que se integre al grupo que hizo de la saya Gran Poder de Chicaloma una verdadera orquesta.
(Blog Irupana, agosto de 2001)

Texto y foto: Guilmer Sambrana Salas - Richard Ilimuri