Indios Chiriguanos de Cuevo |
Cumbay (Siglo
XVIII - Siglo XIX), fue un líder indígena Avá guaraní (Chiriguanos) del valle
del Ingre, actualmente parte de Bolivia. Tuvo un papel importante como
negociador durante la sublevación guaraní de 1799 y fue uno de los principales
líderes guaraní (Chiriguanos) de las sublevaciones de 1804 a 1809 frente al
poder colonial Español en el Alto Perú. También colaboró con los ejércitos y
guerrillas de la Independencia de Bolivia, llegando a entrevistarse con el
general Manuel Belgrano.
Fue inmensa
la popularidad que Belgrano adquirió entre los indígenas del Alto Perú y de
algunas otras regiones donde llegó su fama. En general, los indios, ya
definitivamente conquistados para la causa de la Revolución, se mantuvieron
fieles a su recuerdo. En proximidades del Chaco paraguayo, existía un célebre
cacique llamado Cumbay, quien usaba título de general y vivía rodeado de la
pompa de un rey primitivo. Todos le respetaban como tal y admiraban la multitud
de guerreros que obedecían sus órdenes. Era ardiente partidario de la
Revolución, por la que combatió en Santa Cruz de la Sierra, siendo herido de un
balazo, pero jamás había querido entrar en las ciudades ni tener contacto
alguno con la civilización.
Sin embargo,
cuando oyó hablar de Belgrano deseó conocerlo y le pidió una entrevista.
Belgrano se la concedió y pasado algún tiempo llegó Cumbay a Potosí, donde se
hallaba entonces el cuartel general patriota, acompañado por su intérprete, dos
hijos menores y una escolta compuesta por 20 flecheros con carcaj a la espalda,
el arco en la mano izquierda y una flecha envenenada en la derecha.
Al enfrentar
a Belgrano, desmontó y, después de mirarlo un rato con profunda atención, le
dijo, por medio de su intérprete: "Que no lo habían engañado, que era muy
lindo, y que, según su rostro, así debía ser su corazón". Belgrano le
ofreció un caballo ricamente enjaezado y con herraduras de plata, desfilando
después ambos en medio del ejército formado. Al pasar frente a la artillería,
que era de calibre 18, le previnieron que tuviese cuidado con el caballo,
porque iban a disparar en su honor, a lo que replicó que "nunca había
tenido miedo a los cañones". Se lo alojó con toda magnificencia,
habiéndosele preparado una cama digna de un rey, pero él, dando a sus huéspedes
una lección de humildad, o de orgullo, echó a un rincón los ricos adornos que
la cubrían y se acostó en el apero.
Se lo invitó
a varias fiestas preparadas en su honor, y, finalmente, Belgrano quiso
brindarle el espectáculo de un simulacro militar. Dispuso entonces que la tropa
formara en el campo de San Roque, donde se ejercitó en maniobras de tiro y
formación, mostrando lo mucho que había avanzado en su instrucción y
disciplina. Cumbay contemplaba todos aquellos movimientos con un dejo de
asombro hasta que, al ser interrogado por Belgrano acerca de la impresión que
le había causado el ejercicio, contestó con arrogancia: "Con mis indios,
desbarataría todo eso en un momento". Belgrano no pudo menos que mirarle sorprendido.
Al
despedirse, lo colmó de atenciones y regalos, obsequiándole entre otras cosas
un gran uniforme y una hermosa esmeralda incrustada en oro, para que
reemplazara con ella el adorno (tembaté) que tenía entre la barba y el labio
inferior, distintivo de la tribu que los indígenas ostentaban con piedras
ordinarias o discos de otros materiales. Cumbay, ganado por tanta gentileza,
decidió ofrecerle 2.000 indios para pelear contra los españoles.
Este original
episodio dio una idea de los medios empleados por el general Belgrano para
conquistarse el afecto de los indios; de ahí que, a pesar de sus derrotas,
estos aliados continuaron combatiendo solos contra los españoles y prestaron
eficaces auxilios a los jefes independientes que sostuvieron la guerra en el
Alto Perú.
Por: Vicente
J. Paladino / publicado en el diario La Nueva de Argentina el
4 de julio de 2009.
Texto y foto: Internet RRSS
Richard Ilimuri