La lista de
quienes se introdujeron en lo profundo de la selva amazónica en busca del
Paititi o de otras legendarias ciudades perdidas, sin haber jamás regresado, es
numerosa.
El
explorador más célebre del siglo pasado, el inglés Percy Harrison Fawcett,
desapareció en su expedición de 1925, en pleno Mato Grosso, mientras que se
dirigía hacia la Sierra del Roncador.
En 1970, el
estadounidense Robert Nichols y los franceses Serge Debru y George Puel
organizaron un viaje en busca de la ciudad perdida del Paititi.
Su cuartel
general era Shintuya, pueblito situado en las orillas del Alto Madre de Dios.
Con la ayuda de algunos guías Matsiguenkas, remontaron el río Palotoa hasta
llegar al lugar donde están los bellísimos petroglifos de Pusharo. En ese
momento, aunque los guías no quisieron continuar, ya que consideraban sagrado
el territorio de las fuentes del Palotoa, los tres extranjeros decidieron
proseguir solos, cegados por la ilusión de encontrar el Paititi. Fue un
gravísimo error, pues cuando se exploran territorios de selva virgen, siempre
es aconsejable ir en compañía de nativos. Los tres aventureros no regresaron
nunca más y, según testimonios posteriores, murieron en manos de los temibles
indígenas Kuga-Pacoris, de etnia Matsiguenka.
En 1972, el
explorador japonés Yoshiharu Sekino tuvo contacto con indígenas Matsiguenkas
que admitieron haber matado a los forasteros que se habían adentrado sin
autorización en el territorio de las fuentes del Palotoa. Al japonés le
entregaron incluso algunos objetos personales de los tres extranjeros
desaparecidos dos años antes.
Veinticinco
años más tarde, en octubre de 1997, el biólogo Lars Hafskjold (nacido en
Noruega en 1960), emprendió un atrevido viaje a través de las montañas andinas,
partiendo de la ciudad de Juliaca.
El noruego
estaba interesado en la zona del Parque Nacional Madidi, una inmensa área
protegida (18.957 kilómetros cuadrados) de selva pluvial tropical que se
encuentra en el departamento de La Paz, en Bolivia.
La zona del
Madidi fue explorada en el siglo XX, específicamente en 1911, por el coronel
inglés Percy Harrison Fawcett cuando emprendió una arriesgada expedición
iniciada en La Paz.
Fawcett,
quien estaba en busca de las ruinas de una antiquísima civilización, atravesó
los Andes y se detuvo en los pueblitos de Queara, Mojos, Pata y Santa Cruz del
Valle Ameno, de donde se adentró en la selva pluvial tropical; y después de
haber pasado Playa Paujil, arribó finalmente a San Fermín. Fawcett continuó a
lo largo del Río Heath hasta encontrar una tribu de autóctonos llamados
Echocas, casi en la confluencia del Río Heath con el Madre de Dios, en
territorio boliviano.
El noruego
Hafskjold, quien quería explorar a fondo el Parque Nacional Madidi, quizá tenía
intenciones de comunicarse con la etnia de los Toromonas, indígenas no
contactados.
Con este
objetivo, Hafskjold había partido de Juliaca y había llegado a Sandia, para
arribar después al pueblo de San Juan de Oro, zona explorada por primera vez
por Pedro de Candía en 1538.
Hafskjold
continuó su osado viaje, atravesando los pueblos de Putina Punco, Chocal, Punto
Arc, San Ignacio y Curva Alegre, llegando finalmente a las orillas del
Tambopata, el cual, en aquella área, señala la frontera entre Perú y Bolivia.
Después de haber atravesado el río, Hafskjold se detuvo por algunos días en la
comunidad boliviana de Linen.
Desde aquel
lugar, acompañado por un joven de nombre René Ortiz, navegó a lo largo del Río
Tambopata y, después de haber pasado por la aldea de San Fermín, llegó a la
confluencia con el Río Colorado, punto llamado Encounter.
Luego de
algunos días de pesca y exploración de la selva adyacente junto a René Ortiz,
Lars Hafskjold decidió regresar a San Fermín y adentrarse en la selva del
Madidi solo, sin la ayuda de René Ortiz. Fue una decisión muy extraña, ya que
entrar en una zona prácticamente inexplorada y selvática, donde hay autóctonos
no contactados como los Toromonas, puede resultar en extremo peligroso.
A partir de
la información obtenida por el periodista argentino Pablo Cingolani durante
varias de sus expediciones en el Río Colorado, se deduce que Lars Hafskjold
llegó a la comunidad de San José de Uchupiamonas, en el Río Tuichi, lugar donde
residió por algún tiempo años atrás. De aquella aldea, Hafskjold se adentró en
lo profundo de la selva y nadie supo nunca más nada de él.
Se ha
conjeturado demasiado sobre el destino del noruego, pero hasta hoy no se ha
comprobado su muerte.
En la zona
donde desapareció el biólogo noruego se dice que aún están presentes los
legendarios Toromonas, indígenas de lengua Tacana, los cuales le dieron ardua
guerra a los conquistadores españoles en los siglos XVI y XVII.
Los
Toromonas eran fieles aleados de los Incas y, según algunas tradiciones,
ayudaron a los sacerdotes Incas en su huida de los Españoles, la cual tenía el
objetivo de salvar antiquísimos conocimientos esotéricos y enormes tesoros para
esconderlos en Paititi, la legendaria ciudad perdida. ¿Es posible que Paititi
se encuentre en la zona casi inexplorada de la selva pluvial boliviana?
Los
Toromonas fueron diezmados sin escrúpulos durante la explotación del caucho en
el siglo XIX, y oficialmente se extinguieron en el siglo XX.
Según otras
versiones, en cambio, algunos sobrevivientes se retiraron a lo profundo de la
selva, a las fuentes del Río Colorado y del Río Madidi, donde hasta la fecha
viven y preservan sus tradiciones ancestrales.
¿Cuál pudo
haber sido la suerte de Lars Hafskjold?
Según
algunas opiniones, pudo haber sido secuestrado por la guerrilla revolucionaria
Tupac Amaru, pero la policía local excluye esta posibilidad, ya que la zona del
Madidi fue pacificada a partir de 1992.
Según otros
rumores, pudo haber muerto al caer al río, y pudo haber sido sepultado por los
indígenas.
En todo
caso, resta la posibilidad de que los Toromonas lo hayan matado al ver en el
forastero un invasor que se adentraba sin permiso en su territorio, sin la
compañía de algún nativo.
Sin embargo,
otras versiones de lo sucedido, las cuales tienden a la leyenda, narran que
Hafskjold fue aceptado por los Toromonas como “sacerdote blanco” y que vive
actualmente en una localidad secreta.
Hubo varias
expediciones ulteriores en la zona del Madidi, como la dirigida por Pablo
Cingolani y Álvaro Diez Astete en el 2000/2001, pero no se logró revelar el
misterio de la desaparición del noruego.
¿Es posible
que los Toromonas sean, quizá junto con los Kuga Pacoris del Madre de Dios, los
ancestrales guardianes de varias pequeñas fortalezas perdidas en la selva, las
cuales fueron usadas por los Incas para esconder sus antiguos conocimientos
esotéricos y sus tesoros?
Sólo
sucesivas expediciones podrán revelar el arcano misterio de estas enigmáticas
desapariciones (no se encontraron jamás los cuerpos de ningún explorador
extraviado en la selva amazónica).
No obstante,
se espera que quien viaje con el fin de aclarar la verdad no esté motivado por
la ciega codicia de apropiarse de los tesoros del Paititi, sino por un
sentimiento de absoluto respeto hacia las comunidades nativas, los animales de
la selva y el ambiente natural.
La selva
amazónica no es un “infierno verde”, tal como algunos aventureros la han
definido, sino un paraíso maravilloso que día a día está cada vez más en riesgo
de desaparecer a causa de la siniestra carrera del hombre por apropiarse de sus
riquezas escondidas.
Texto y foto: Richard Ilimuri - Word Press