Réplica de la momia de Pachacutec, Cusco |
La momia del ancestro fundador era conocido como un mallqui, o como munao en las zonas bajas, y como el más sagrado de los antepasados incas.
Los mallquis fueron tratadas con el máximo cuidado y respeto durante todo el curso de la historia inca. Los especialistas encargados del mantenimiento de estas momias eran conocidos como mallqui-pavillac.
Los Mallquis eran considerados como descendientes de huacas. Estaban ubicados en cuevas o santuarios de montaña conocido como Machay. Señalan que la palabra mallqui significa "planta joven" en quechua, que es apropiado para su función.
De la misma forma que las plantas, los
mallquis eran los mediadores entre dos mundos: el kay Pacha y Uku Pacha.
Miembros del ayllu frecuentaban a los mallquis en sus tumbas con ofrendas,
cambió de ropas, y se ocupaba de la conservación y limpieza general de la momia
y sus alrededores.
Durante las ceremonias especiales religiosas y políticas en el Cusco, los mallquis participan con el gobernante vivo, todos sus antecesores fallecidos también eran llevados a la plaza para participar. Descrito por algunos cronistas españoles que fueron llevados a la plaza principal y organizados jerárquicamente, desde el más antiguo al ex gobernante más recientemente fallecido.
Ellos festejaron junto a los miembros de la panaca viva, comiendo,
sirviendo y bebiendo chicha con utensilios de oro y plata llamados vilques.
Después de realizar una serie de brindis a los mallquis, los miembros de la
panaca vierten la chicha para los muertos en un conjunto circular de piedra en
el centro de la plaza, que se canalizó a través de un sistema de drenes
construidos debajo del monumento. Bailarines y músicos adornada con uniformes
especiales y tocados de plumas proporcionado entretenimiento para los
comensales.
Las momias reales han participado activamente en el proceso político, sirviendo como asesores para el Sapa Inca y proporcionar pronósticos para futuros eventos. Los mallquis reales se consideraron esenciales para el éxito del imperio, evidenciada por su estado venerado.
Se prodigó con una atención tan grande y la oferta de lujo que
Huáscar, uno de los últimos gobernantes incas antes de la invasión española,
trató de erradicar el culto a los antepasados en conjunto, afirmando que los
muertos del Imperio Inca tenían más poder que los vivos. Además de complacer a
los antepasados reales y solicitando su sabiduría, también había incentivos
materiales para venerar estas momias. Los miembros de la panaca que se
preocupaba por las momias reales recibían extensiones de tierra para su
servicio.