En el pasado habían logrado mantenerse alejados de la explotación de los rescatistas de goma elástica; hoy, además de caminar por las calles de las principales ciudades amazónicas de Bolivia y Perú, en nuestro país viven en pequeñas poblaciones sobre las ribera de los ríos Beni y Madre de Dios: Eiyoquibo en San Buenaventura de La Paz, Villanueva, Jenechiquía, Portachuelo Alto y Bajo en el Territorio Indígena Multiétnico II entre Vaca Díez del Beni y Pando; el último censo de Bolivia reportó no más de 1700 habitantes.
En su lengua
extendida Tacana ellos son la "Gente Verdadera” y sus ancestros
descendieron por una liana de algodón en la cabecera del río Tambopata en Perú
(el Bahuajja).
Los Ese´Ejja
(Huarayos, Tiatinaguas) uno de los pocos pueblos trashumantes en los ríos
peruanos (Tambopata y Madre de Dios) y bolivianos (Heth, Madre de Dios y Beni)
me remiten con cierta impotencia a la "inmovilidad del tiempo", no
por su devenir sino por la injusticia.
Hoy representan la imagen más descarnada
de la vulnerabilidad: niños recorren a pasito rápido y corto por los
restaurantes de Riberalta pidiendo dinero, mientras en alguna esquina sus
padres van conformando esas raras comunidades urbanas marginales y en sus
cuerpos llevan el testimonio cruel de la explotación ilegal del oro aluvial y
la contaminación por mercurio.
En sus rostros no
hay mucho que cambie de aquellos contactados por Sinchi Roca o Yahuar Huaca
(podría ser al revés: fueron los Ese Ejjas quienes contactaron al imperio
Inca), o a los Ese Ejjas avistados por la expedición de Francisco Maldonado en
1567 en el Alto Madre de Dios o la de Álvarez de Toledo, o a los referidos por el Padre Armentia en 1887
cuando indicó que en una expedición de 1770 se ubicó a los Ese Ejjas en las
cabeceras de los ríos Madre de Dios y en el río Madidi, o a los evangelizados
por el Instituto Lingüístico de Verano desde 1960 de este gran pueblo.
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