miércoles, 19 de enero de 2011

SUCRE TURISTICO, El Castillo de los Príncipes de la Glorieta

Los terrenos en ese entonces eran 40 hectáreas.
El castillo es una de las obras más valiosas,  sin embargo  este patrimonio de Sucre no recibe el cuidado que se merece.  Aún así, conocerlo es trasladarse al siglo XXIII.
Construido por  Francisco Argandoña y su esposa Clotilde Urioste. 

Es una muestra de la arquitectura  europea del último tercio del siglo XIX.  En los diferentes ambientes se encuentran los más diversos estilos arquitectónicos: Un frontis holandés de estilo renacentista, una  torre octogonal romana, cuerpo  de estilo bizantino, pórtico árabe de arcos poli lobulados, palacio florentino, capilla con campanario de estilo gótico con espíritu santo y otros que se remontan a esa época.

DATOS HISTORICOS.
Un monumento nacional
visitado por turistas.
Francisco Argandoña nació en Potosí en 1850, hijo de una familia de origen minero relacionada con las minas de Huanchaca, mientras que Clotilde Urioste nació en Sucre en 1857 en el seno de una distinguida familia, siendo la tercera de ocho hermanos. Se casaron cuando ella tenía 18 años y él 25. Se amaron profundamente hasta que una afección estomacal cobró la vida del príncipe en 1909. Y la princesa murió a causa de una neumonía poco después del inicio de la Guerra del Chaco en 1933. La princesa Clotilde era la madrina de todos los combatientes sucrenses que partían a la guerra, lo que da cuenta de su patriotismo.  Argandoña fue Ministro Plenipotenciario en la presidencia de Mariano Baptista, por ello la pareja vivió varios años en Francia, de donde trajeron el diseño para construir algunas obras en Sucre y en especial el castillo. Con un gran poder económico por el auge de la plata, Argandoña también tuvo su propio banco y fue socio fundador del Banco Nacional de Bolivia en esos años.
 Francisco Argandoña Revilla y Clotilde Urioste Velasco, príncipes de La Glorieta, construyeron su castillo en más de 40 hectáreas con bellos jardines,  un lujoso hogar que cobijaba su gran amor. Cada uno de los rincones, cada puerta y cada árbol de este singular palacio, construido por el arquitecto de origen ítalo-argentino Domingo Antonio Camponovo y convertido en patrimonio nacional, fueron  para demostrarle al mundo el poder que ellos tenían, la riqueza y la estirpe de esta pareja reconocida por el papa León XIII, que  les dio el título  de príncipes de La Glorieta en el año 1898, por las obras realizadas en favor de los más desposeídos.

Pero el lujo y la tristeza se mezclaban en este fantástico lugar  que parece arrancado de un cuento,  ya que la pareja no pudo tener  hijos  en esos tiempos del Sucre aristocrático. Pero también hay espacios que muestran otra faceta de ellos: la pareja sabía hacer el bien.  Sin herederos  los príncipes volcaron su afecto paternal a los niños huérfanos.  Así  lo dice un cuadro pintado con sus 108 hijos adoptivos y una estatua  trabajado en bronce en la entrada del castillo junto a dos niños  huérfanos del hogar Santa Clotilde, mejor conocido como la ‘Pepiniere’  uno de los más importantes orfanatos del país en esa época. Con la muerte de los príncipes,  su obra quedó en el olvido, los herederos pelearon por las riquezas y se desmoronó el patrimonio.

En 1952, campesinos saquearon el castillo.  Jorge Urioste  uno de los herederos   del príncipe , temeroso por un nuevo saqueo,  vendió al Ministerio de Defensa el año 1966 el castillo y las más de 40 hectáreas de terreno, en la suma de 26.000 dólares.  Los militares ocuparon el sitio durante varios años. En 1995 el castillo fue declarado Patrimonio Nacional y el liceo militar Edmundo Andrade se repliega fuera de los linderos de La Glorieta, ese año  algunos jefes militares  también se llevaron lo poco que había de valor, dejando solo una pequeña silla que se encuentra  en la capilla.  Otro dato para destacar fue el teniente Edmundo Andrade,  que era escudero  en ese entonces  y formaba  parte de su seguridad de los “príncipes”.  Y  a la hora de vender los terrenos su nombre influyo mucho.

MONUMENTO NACIONAL
El lujo y la tristeza se mezclaban en este fantástico lugar
El 27 de agosto de 1970 fue declarada La Glorieta "Monumento Nacional" por D.S. y por Ley N° 941 de 30 septiembre de 1987, se transfiere a favor de la Corporación de Desarrollo de Chuquisaca (CORDECH) a título gratuito, la que debía proceder a la inmediata restauración, estando a su cargo la conservación, mantenimiento y administración en función de la cultura y el desarrollo turístico, así como la posterior instalación en el citado edificio del Museo Gutiérrez Valenzuela. Lamentablemente CORDECH lo único que hizo fue reparar los techos del castillo y un exagerado proyecto de restauración que no se realizó. Por efecto de la Ley de Descentralización Administrativa, La Glorieta paso a poder de la Prefectura del Departamento de Chuquisaca  (hoy Gobernación)  actual propietario.

domingo, 9 de enero de 2011

Los Reyesanos


Debido a la cantidad de reyesanos o maropas; como también se los conoce, es muy baja y por consiguiente su presencia e influencia es mínima: Es poca la información que se tiene del pasado y el origen del grupo étnico en el Beni y una parte en Pando.


Antropólogos, coinciden que sencillamente no se han hecho estudios sobre ellos; pues fueron asimilados tanto social como culturalmente, y por ende incluso en lo que se refiere a datos etno-históricos a otros pueblos indígenas cercanos geográficamente como; los Araonas, Cavimeños, tacana y esse ejjas.

Entre la poca información que se tiene, (según se sabe) los reyesanos pertenecen a la familia etno-lingüística tacana de la región de Tumupasa; su economía esta basado en la agricultura y la ganadería, complementada con artesanías en pieles y palmas, también son cazadores y pescadores con fines de sobrevivencia.

Para vivir; los maropas o reyesanos en el habitad natural, eligen de preferencia las zonas con bosques y llanos surcados por ríos lagos de la cuenca amazónica, ya que para desarrollar sus actividades requieren de bosques naturales y protegidos.

Los datos que se tiene afirman que existía una gran movilidad en el grupo; una vez que se establecían: Pero cuando llegaban a la madurez (23 a 30 años) practicaban el sedentarismo y construían sus pahuichis (chozas) de la palma de motacú que crecen a orillas del río.

Los reyesanos casi no han figurado en las estadísticas indígenas oficiales, por lo que su existencia es casi desconocida; aunque en los últimos años impulsados por algunas organizaciones, los nativos han dado testimonio de su existencia, sobre todo mediante expresión cultural.

DATOS

REGIÓN: Amazónica.

DEPARTAMENTO: Beni.

PROVINCIA: Ballivián.

MUNICIPIOS: Reyes y Santa Rosa.

COMUNIDADES: Varias.

IDIOMA: Tacana.

ACTIVIDADES PRINCIPALES: Ganadería, agroforestal y pesca.

PRODUCTOS: Arroz, maíz, madera y ganado vacuno.

VÍAS DE ACCESO: Terrestre y aérea.

HABITANTES: 53 (se espera el censo INE 2012)

texto y foto: Richard Ilimuri

domingo, 2 de enero de 2011

Chocolate irupaneño con sabor mosetén

Irupana por lo menos en sus pisos medios y altos- no produce ni un solo grano de cacao, materia prima del chocolate. Entonces ¿de dónde surge la costumbre irupaneña de vender chocolate con leche? Sin embargo es la única población yungueña en la que se puede pedir chocolate con leche caliente en cualquier pensión, snack o cafetería. De su antigua vinculación comercial con las tierras de Alto Beni ¡Chocolate caliente! lo lógico sería que se sirva buen café coraca y alimentos naturales. Irupana ha mostrado de sobra las bondades del grano irupaneño, tanto dentro como fuera del país. Pero, chocolate…

Las raíces hay que buscarlas en el siglo XVIII, cuando Irupana era la única puerta de salida y entrada para quienes habitan lo que hoy conocemos como el Alto Beni.

El naturalista y explorador italiano Luigi Balzan da algunas claves que pueden ayudar a descifrar el origen de la Irupana chocolatera, además de su desaparecido intercambio comercial con los indígenas mosetenes que aún hoy habitan las tierras bajas.

Balzan realizó una travesía por la Amazonía boliviana entre 1891 y 1892. Era la época en que las sociedades científicas y gobiernos de Europa financiaban los viajes de los exploradores, con el objetivo de investigar regiones desconocidas. En algunos casos, los objetivos eran científicos, pero, en otros, se tenía fines estratégicos: explotación de recursos naturales o envío de emigrantes. Los informes del explorador italiano han sido traducidos y publicados por la historiadora Clara López Beltrán en el libro “A carretón y canoa”.

El naturalista llegó a Irupana el 19 de mayo de 1891 y permaneció en la población dos días, tiempo que ocupó para preparar su traslado a la zona de Miguillas. Desde el Convento de Misioneros de La Paz le habían comunicado que ese día llegarían al lugar los “neófitos” mosetenes desde la Misión de Covendo, al mando de un religioso.

“A las 10:30 a.m. del día 21 llegó un arriero de Cochabamba al que había contratado día antes por medio de su mujer, una vieja embustera que me obligó a aceptar un precio inusitado: tres pesos y medio por mula. Cuando por comodidad del arriero estábamos cargando las mulas eran ya las 4:00 p.m. y nos avisaron que llegaban los chunchos, como llaman a los neófitos de Covendo. Esto me alegró puesto que tardarían por lo menos un día para arribar al pueblo y yo podría llegar cómodamente a Miguilla antes que ellos”, relata el explorador.

Durante veinte días, los mosetenes navegaban río arriba por las aguas del Bopi y el La Paz hasta llegar a la confluencia con el Miguillas. A la lucha contra la cada vez más rápida corriente había que sumar el gran esfuerzo para descargar, trasladar y volver a cargar el callapo para vencer los rápidos no navegables.

¿Cuál era el objetivo de tanto esfuerzo? Luigi Balzan cuenta: “Partimos a las 4:30 p.m. Al salir del pueblo de Irupana se enfila por una subida en zigzag, y fue durante esta subida que encontramos a los neófitos. Ellos iban a Irupana a vender las pocas cosas que traían de las misiones: escobas que no son otra cosa que mazos de juncos delgados, algún mono, cueros, etc. que truecan por pan, que les gusta mucho, y por artículos de mercería”.

Es un hecho que en el “etc.” estaba el cacao, pues él mismo lo señala como el producto más importante que los mosetenes cultivaban en la época: “Los productos de tierra cultivados y cosechados por los neófitos consisten principalmente en cacao, café, coca, maíz, arroz, plátanos, yuca, algodón y variedad de legumbres”. La materia prima del chocolate es cultivada en Alto Beni e Irupana era la principal puerta de salida –sino la única- que tenían los habitantes de la zona. Es indudable que el cacao era uno de los productos de intercambio.

María Salas Vidal, una de las chocolateras más antiguas de Irupana, afirma que desde su niñez ella vio que las señoras de la población preparaban chocolate caliente para la venta. El chocolate en pastillas, como se lo conoce hoy, era un artículo de lujo que se importaba del extranjero a las ciudades bolivianas. Esos argumentos refuerzan la hipótesis de que la fuente natural del insumo era la Misión indígena de Covendo.

Como indica
Balzan, una de las principales atracciones irupaneñas eran los panes de trigo amasados en Irupana. Sin embargo, un producto fundamental para la dieta de los indígenas era la sal. Irupana era el lugar en el que se abastecían.

De retorno al encuentro entre los ríos La Paz y Miguillas, los mosetenes alistaban la preciosa carga cual se tratase de un gran tesoro. “El pan, entero o partido por la mitad, lo ponen sobre hojas extendidas en el suelo para secar al sol, puesto que la humedad del viaje lo puede hacer enmohecer. (…) Envuelven bloques de sal en hojas parecidas a las del plátano sólo que más pequeñas”, registra el explorador.

El intercambio comercial entre Covendo e Irupana se mantuvo hasta la década de 1930, pues, resultaba la mejor ruta de conexión para el abastecimiento de los mosetenes. Una vez que se fueron abriendo nuevas rutas por la región amazónica, los indígenas encontraron mejores alternativas de comunicación con los centros de abastecimiento. La zona de Caranavi y Puerto Linares resultaba más cercana.

Sin embargo, dejaron su deliciosa marca en Irupana: La costumbre de preparar el más rico chocolate con leche que se haya podido saborear. ¡Caliente, caliente!

Texto y foto: Guimer Zambrana Salas - Richard Ilimuri