domingo, 11 de septiembre de 2016

El Burkini musulman

El burkini es un traje de baño especialmente
diseñado para mujeres musulmanas que
 solo deja al descubierto la cara, las manos y los pies.
El burkini es un traje de baño especialmente diseñado para mujeres musulmanas que solo deja al descubierto la cara, las manos y los pies. Salió al mercado por primera vez en Australia en 2003, donde fue todo un éxito; en un mes se vendieron 9.000 unidades a un precio de unos 100 €. Fue creación de Aheda Zanetti, una diseñadora australiana de origen libanés. El nombre es un acrónimo de burka y bikini.

Europa se debate agitadamente sobre la conveniencia de prohibir que las mujeres musulmanas usen, en playas y piletas del Viejo Continente el llamado burkini, un traje de baño compuesto por un pantalón y una camiseta de mangas largas con capucha, que cubre el cuerpo, con excepción de la cara, las manos y los pies, como vemos en la foto.
En 1957, por cuestiones
 de decoro, se prohibía en Italia
 el uso del bikini y Cruzkini.

Dicho atuendo es popular entre las mujeres que practican el Islam y que viven en Europa, con la libertad de transitar como lo desean, siguiendo únicamente las bases del respeto por los demás y sin caer en ningún tipo de discriminación.

En el propio mundo islámico, curiosamente, hay países en los que brigadas especiales de policía religiosa o moral vigilan la forma en que se visten las mujeres y castigan a quien no se ajuste al riguroso código de vestimenta imperante. En algunos hoteles, incluso, hay carteles que recuerdan a las extranjeras que deben indefectiblemente ajustar su forma de vestir a las pautas locales.

En 1957, por cuestiones de decoro, se prohibía en Italia el uso del bikini. Recientemente, en Francia, autoridades de Cannes prohibieron el uso del burkini, medida que fue luego levantada por el Consejo de Estado, pero que continúa vigente en otros municipios. Una de las razones principales que habían llevado a Cannes a tomar esa determinación se asociaba a la seguridad, tras la serie de ataques terroristas que ha padecido últimamente Francia y que fueron reivindicados por el temido grupo jihadista ISIS.


Se ensayaron otras explicaciones como la defensa de los valores locales o cuestiones de higiene, pero lo cierto es que esas cuestiones poco parecían pesar antes de que se produjeran los últimos ataques sangrientos contra la población civil francesa, entre otros países que también se enfrentan a este tipo de terrorismo.

Hubo quienes justificaban aquella prohibición en la posibilidad de que esos atuendos permitieran esconder armas o explosivos destinados a seguir sembrando la muerte y el pánico.

En Francia, así como también en el resto de Europa, la opinión se encuentra dividida. Mientras el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, se opone a la prohibición del burkini, el primer ministro, Manuel Valls, se mostró a favor del veto a la prenda que usan las mujeres musulmanas. En palabras de Cazeneuve, una ley contra el uso del burkini sería "inconstitucional e ineficaz" y crearía "antagonismos y tensiones irreparables".

Entre la treintena de localidades costeras que mantienen la prohibición figura Niza, escenario de uno de los últimos atentados terroristas, que provocó la muerte de 84 personas y más de medio centenar de heridos.

Es ahora la propia Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU la que acertadamente pide que se revoque ese veto, desde una mirada abierta y universal que se contrapone a cualquier nacionalismo reaccionario. Aduce, con razón, que la medida atenta contra las libertades individuales.
La historia está llena de experiencias en las que los inmigrantes se esforzaron por integrarse a nuevas sociedades y tuvieron éxito. Nuestro país, crisol de razas, es un buen ejemplo de ello. Muchos musulmanes que llegan como inmigrantes a Europa occidental exigen poder vestirse según sus propias pautas religiosas. Cabe preguntarse si la población local tiene derecho a exigirles que respeten la identidad nacional, obligándolos a optar.

Es posible que no haya respuestas definitivas a esos interrogantes, pero es esencial que siempre se actúe desde el respeto hacia el prójimo, así como desde una lógica de pluralismo y tolerancia. Pueden entenderse el temor y el dolor nacidos de los ataques terroristas, pero medidas como las mencionadas no contribuyen a la seguridad y aumentan la desconfianza, la polarización y la tensión que se busca reducir.

La xenofobia, la discriminación, la intransigencia y el fanatismo jamás han sido buenos consejeros. Lejos de imponerse, la libertad se conquista. Aunque cualquier instrumento de opresión debe ser siempre rechazado, son las propias mujeres, como bien ha sostenido días atrás Alicia Dujovne Ortíz en un artículo publicado en la nacion, las que han de despejar el camino que sociedades de extremo corte patriarcal pretendan cerrarles.

El mejor ejemplo que debería poder darles Occidente es el del respeto a la diferencia en libertad, sobreponiéndose a los miedos y defendiendo la paz, sin alterar las costumbres que violentos y extremistas provocadores buscan mutilar.

Texto y foto: Internet-Richard Ilimuri